CumbiaTronic

La movida electrotropical - Shickishin y Punchi Punchi
Nota escrita por Juan Andrade para la revista La Mano.


Desde fines del año pasado, la escena cumbiatrónica es cada vez menos subterránea. La impulsan una pandilla de músicos, DJs y productores desprejuiciados. Juan Andrade explica esta (nueva) unión del guiro y la batería electrónica.


Miércoles 3 AM. Justo ahí donde Palermo empieza a ponerse mitad sensible/mitad cool, cientos de personas mueven sus caderas al compás de una seguidilla de cumbias inyectadas con una buena dosis de efectos y pulsaciones electrónicas. Entre ellas hay rubias bronceadas divertidas que hablan inglés, alemán o vaya a saber qué otro idioma, haciendo lo imposible para seguir ese ritmo exótico sin derramar una gota de sus respectivos tragos. Pero también se ven por ahí morochas nativas, que un par de horas antes quizás cenaron en alguno de los restoranes del rincón hollywoodense del barrio, contoneándose como si hubieran crecido escuchando a Adrián y Los Dados Negros. La fauna del lugar se completa con exponentes de la más variada especie: el director de una revista de rock que (tranquilos) no es ésta; un negro altísimo con pinta de basquetbolista centroamericano; y hasta… ¡Erlend Oye!, el cantante de los noruegos Kings of Convenience que llegó al país para tocar como solista y ahora despunta el vicio como bailarín mestizo.
Estamos en Zizek, el autodefinido urban beats club que arribó a Niceto a fines del año pasado procedente de San Telmo. En apenas cuatro meses, el ciclo consiguió que la noche de miércoles dejara de ser lo que era con una lista de artistas inquietos e irreverentes que mezclan dub, hip-hop, reggaetón y otras subespecies. Para ellos, la pista de baile es un lugar de experimentación que no excluye la diversión. Y cada vez que el shickishin-shickishin-shickishin de un güiro brota de los parlantes, pisado con alguna programación y una voz que puede ser cumbiera o no, la marea danzante parece elevarse un par de centímetros por encima del suelo, como si ese marcapasos irresistible activara una zona puntual de su ADN sonoro. Esta noche todos, pero todos se encendieron con las bases cumbieras con acento jamaiquino de Chancha Vía Circuito. Y cuando se planta frente a las bandejas Sonido Martínes, literalmente los sacude con un set de remixes que se nutre del sonidero mexicano y de las raíces colombianas del género.
Al día siguiente, rodeado por cajas repletas de vinilos que documentan su particular estilo, Javier (Sonido) Martínez dispara: “Hace tres años, algo así era inconcebible”. Pionero en esto de llevar la cumbia a nuevos ámbitos, el disc jockey fue uno de los organizadores de las fiestas La Sonidera que pasaron por el mismo sitio. “La cosa estaba verde como para que funcione en aquel momento: era demasiado para la gente”, se sincera. Lo cierto es que la imagen de anoche no solo fue real, sino que puede entenderse como el resultado de un leeento proceso de maduración que viene gestándose en estas tierras, a partir del encuentro entre los latidos del trópico y las herramientas digitales.
Con epicentro en Zizek, el pequeño sismo de la cumbiatrónica es cada vez menos subterráneo. Lo impulsa una pandilla de músicos, DJ’s y productores desprejuiciados que, bajo el amparo de un alias más o menos ingenioso -Marcelo Fabián, El Remolón, Axel K Soundsystem, King Coya, Fauna, Chancha Vía Circuito, Fantasma, Dale Duro, Villa Diamante, Sonido Martínes, Oro 11, Nach & Cheewaca, Rootweilers Soundsystem-, conjugan espacios en apariencia contrapuestos como el dance y la bailanta. Opina Diego Bulacio (léase Villa Diamante), capo del mash-up criollo y uno de los mentores del ciclo con apellido propio de filósofo esloveno: “Más que pensarlo como cumbia electrónica, yo hablaría de Nü Skool Cumbia. O sea: una nueva vertiente de la cumbia, con gente que la usa como un elemento natural para hacer otra cosa. La toman como referente y la mezclan con lo urbano hip-hopero o con la electrónica”.

PLANETA CUMBIADÉLICO

Para ubicar lo anterior en un contexto un poco más amplio, habría que remontarse a aquel recital que un embajador del cuarteto de la talla de la Mona Jiménez compartió con Los Fabulosos Cadillacs, entre otros. Fue en Cemento, allá por 1989. Desde entonces, los representantes del mundillo tropical y sus pares rockeros han sabido construir alianzas de diversa índole. Los Auténticos Decadentes, Las Manos de Filippi, Bersuit Vergarabat, Karamelo Santo, Fidel Nadal, Kevin Johansen, Leo García, Vicentico y otros aportaron sus propios guiños para contradecir aquella máxima aullada por Cristian Aldana, de El Otro Yo: “¡La cumbia es una mierda!”. Como suele ocurrir en el tablero político, esta clase de realineamientos también se fue dando en otros puntos del subcontinente musical. Un ejemplo: el chileno Jorge González, ex Los Prisioneros, se despachó en el ’97 con un disco de tecno-cumbia titulado Gonzalo Martínez y sus congas pensantes, hoy convertido en una especie de clásico.
Al menos para el tema de la presente nota, el desembarco en estas tierras del pionero holandés Dick El Demasiado y sus cumbias lunáticas fue un hecho casi fundacional. En octubre de 2003, organizó el Festicumex 2. El Festicumex 1 fue un evento apócrifo, por lo cual el segundo es señalado por músicos como Axel Krygier, Marcelo Fabián y Gaby Kerpel como el principio de esta historia. “Faltaba un lugar así, que fuera un hecho artístico del principio al final, donde nada fuera real ni formara parte de las convenciones”, dice Krygier, que participó en varias ediciones del encuentro. “No hay que olvidarse de No nos dejamos afeitar, el primer disco de Dick, que es precursor”, agrega Kerpel. En tanto, Fabián completa: “En mi caso, todo empezó ahí. Javier Martínes me encargó que prepare algo para el primer festival, y recién en ese momento me puse a escuchar cumbia de verdad. Enseguida me di cuenta de la complejidad y la riqueza que tiene: están la colombiana, la santafesina, la norteña, la villera… Es una música muy grossa, con compositores muy grossos”.
Además de colaborar en la organización de estos auténticos congresos psicodélicos, Martínes es un verdadero investigador y conocedor del género. Por eso afirma que los principales referentes en esta búsqueda colectiva, lejos de los clones manufacturados que protagonizan los programas de sábado a la tarde, provienen de la cumbia colombiana y sus ramificaciones a través del mapa americano. Más algo de la variante villera argenta, por supuesto. Cuando mira en el espejo retrovisor, piensa en voz alta de la siguiente manera: “No sé, se habló un montón de lo que pasó en el 2001. Todos nos caímos, ¿no? Y de golpe, mucha gente dejó de vivir de una ilusión. Me parece que Buenos Aires está asumiendo su condición latina, está dejando de ser una isla europea. Con la cantidad de extranjeros que vienen, nos dimos cuenta de lo diferentes que somos… ¡No nos podemos seguir mandando la parte!”, exclama entre risas. Fabián completa el cuadro de situación: “La cumbia siempre fue lo que la clase media no quería ser, pero estas cosas siempre van y vienen. Y ahora parece que la clase media quiere bailar cumbia electrónica, en vez de ir a transpirar la manteca a una bailanta heavy de Solano. Pero bueno, es una música de dancefloor: es mucho más lindo ver a una mina bailando una cumbia que algo trance”.

LA AVANZADA TROPITRÓNICA

En los últimos meses, una colección de CD-R con versiones lo-fi y compilados caseros circula de mano en mano entre los iniciados. Pero si hay un lugar de difusión más amplio para la cumbiatrónica, hay que rastrearlo en el portal www.myspace.com. En la página de cada uno de los mencionados, además de escuchar sus temas, se pueden encontrar los links que conducen a la obra de artistas “amigos”. Mientras una porción de este material está orientado a los remixes o los mash-ups, también se abre paso una buena cantidad de producciones propias que están a punto de ver la luz en formato disco. Tal es el caso del segundo álbum de Marcelo Fabián, por ahora titulado Sed de mal, que sale este mes o el próximo (marzo o abril) a través del sello Ultrapop. El sucesor de Beija flor tiene ese registro emparentado con el minimal techno alemán que es su marca de fábrica: el mismo que le haría sospechar a un perdido de la aldea global que la cumbia es un ritmo que brota en los barrios proletarios de Berlín en vez de La Matanza. “En Beija flor laburé mucho el sonidito, el detalle. Mi próximo disco va a ser más directo”, anticipa.
En términos estéticos y de calidad, Andrés Schteingart (a) El Remolón viene trabajando en una línea similar. A partir de febrero, su flamante EP Kumbia bichera se consigue a través del sello virtual chileno Pueblo Nuevo. “En general uso microsampleos de cumbia, les pongo una cuota de glitch para deformarlos y les agrego un bajo y una batería que vienen del minimal. Es IDM (intelligent dance music) con un toque tropical”, define. El Remolón empezó pasando temas propios en fiestas, pero descubrió que su set ganaba en contundencia si le agregaba versiones. Así fue como La ventamix se convirtió en un hit: “En la introducción la gente se da cuenta que es La ventanita, de Sombras. ¡Y explotan como si fuera el riff de Satisfaction!”. Por su parte, desde hace un tiempo Axel Krygier elige presentarse como Axel K Soundsystem. “Me gusta hacer música, pero también que se pueda bailar. Este formato entre DJ y músico me permitió destrozar mis temas, remixarlos, para generar un impulso al movimiento. Lo que me interesa es el cruce de lo afrocaribeño con la electrónica”, describe. El mismo objetivo está presente en su aporte a la banda de sonido de la película El boquete o en las “cumbias raras” que está componiendo para un documental en curso.
Desde la provincia de Mendoza, Fauna también levanta las banderas de la avanzada electropical. Los integrantes del dúo, Color Kit y Catar_sys, militaron en sendas bandas de garage mientras se ganaban unos pesos tocando en sendos grupos bailanteros. Hasta que un buen día llegaron juntos a la misma conclusión: “Sabíamos que la cumbia estaba mutando y, tras hablar un largo tiempo sobre la evolución del reggae a dancehall, decidimos sumarnos a esta movida nacional: no con la cumbia villera, sino con la ¡cumbia de la jungla!”. Así se llama, justamente, el primer EP de los mendocinos. Actualmente están grabando un álbum que, según sus planes, saldrá a mitad de año. Quizás antes podamos escuchar otro debut, Morón City Groove, de Elchávez. Se trata del proyecto solista de Matías Chávez Méndez, el líder de Nuca. ¿Cómo llegó uno de los rockeros más talentosos del Oeste a territorio cumbiero? “De manera accidental, un poco porque un vecino tiene el equipo a todo volumen y otro poco por lo que sale de los parlantes de los autos. El disco está casi listo, me faltan algunos retoques. Me llevó como dos años y medio, pero me lo tomé como un hobby: cuando terminaba de laburar con el grupo o en el estudio, jugaba con loops de Señor Coconut, Celso Piña y hasta Gardel. Quería reflejar un color local, mezclar mis experimentos electrónicos con la cumbia. ¿Por qué? Porque es la música con la que te criás sin haberla elegido”.

ESCENA PARAKULTURAL

La cumbia, a diferencia del tango, no cuenta con ningún halo legitimador: su vertiente digital difícilmente encuentre con la misma rapidez y ubicuidad una batea propia en las tiendas porteñas. Pero aún así, o tal vez precisamente por eso, después de un oportuno villatour no son pocos los visitantes atentos que suelen sucumbir frente a su encanto. Más allá del snobismo turístico, digamos. Pasó con M.I.A., que se fue del país con discos de Damas Gratis, El Original y hasta de Fauna guardados en su equipaje. Y en enero último Diplo, aburrido de escuchar lo mismo de siempre en Opera Bay, se marchó junto a su séquito a bailar en Bronco, la célebre bailanta de Constitución. Se entiende entonces que la cumbia villera fuera el sonido local que le voló la cabeza a Gavin Burnett. Hace tres años llegó para quedarse desde San Francisco, en cuyos clubes solía pinchar algo de reggae, dancehall, dub o soul. Pero después de ver a Los Pibes Chorros en la tele, salió disparado a comprar discos por Once. “Cuando vi a estos tipos con el pelo largo, el Casio colgando y ese ritmo medio pesado… Fue re-loco, no entendía ni quiénes eran ni qué hacían”, explica en un castellano más que aceptable. Desde entonces, empezó a ensayar mezclas con hip-hop y electrónica bajo el seudónimo de DJ Oro 11. Su increíble remix cumbiero de “Crazy”, de Gnarls Barkley, hizo mover esqueletos en el East Village de Nueva York y se ganó un artículo en la revista Fader.
Al igual que la mayoría de los consultados para esta nota, Gavin suele pasarse horas llenándose los dedos de mugre en las disquerías de usados de Constitución, Abasto o San Telmo, en busca de algún tesoro de origen colombiano o mexicano. Como ellos, también, se presenta cada tanto en Zizek, en bares como Zanzíbar, en fiestas privadas y hasta en inauguraciones de muestras en galerías de arte como El Tigre Celeste. No es raro que la nueva subespecie tenga que enfrentar una suerte de doble prejuicio: acumula objeciones entre los puristas del dance y, quizás en menor medida, los habitués del circuito tropical. “El otro día pasé música en un cumpleaños y algunos se vinieron a quejar. Hay gente que no lo entiende”, se lamenta El Remolón. Agrega Sonido Martínes: “En los bailes la gente protesta menos, es más abierta. Pero a veces caés en una fiesta o una galería y el que te contrató te dice: ‘No te preocupes, pero traemos una computadora, porque la gente quiere bailar New Order’”.
Como sea, la escena cumbiera electrónica viene consolidándose desde fines del año pasado. Marcelo Fabián, Sonido Martínes, El Remolón, Fauna y Oro 11, entre otros, forman una especie de colectivo virtual que se retroalimenta permanentemente del intercambio de información, las colaboraciones mutuas y las fechas compartidas. Un músico curtido y poco convencional como Gaby Kerpel -compositor de la música de De la Guarda y Fuerza Bruta, autor del álbum de bagualas cibernéticas Carnabailito- se copó con lo que estaba sucediendo y, junto al DJ Julián Gómez, armó un dúo que se presenta bajo el alias de King Coya & El Trip Selector. “Me interesa lo bailable del género, por eso hay que mirar más para Colombia y el resto de Latinoamérica, que tienen una cumbia más tropical y groovera. Lo que me gusta de acá, algo que vi varias veces con gente bailando, es que el argentino no puede dejar de bailar una cumbia. Tiene algo cadencioso que está metido en nuestro cerebro de una manera muy profunda”, se entusiasma Kerpel. Y lo mismo sucede cuando habla de los espacios que comparte con sus colegas: “En lugares como Zizek, los músicos y los DJ’s hacen cosas interesantes y poderosas. Y el público es muy tolerante, porque se divierten bailando o toman un trago mientras escuchan algo nuevo. Hoy en día, está todo tan formateado que es muy difícil encontrar una escena así. Por mi edad, lo relaciono mucho con la efervescencia de los 80’s, porque también había una escena alternativa… Ojalá no se estandarice, porque ese es el riesgo que hoy corre todo: que se pudra”.

TOP 5 ELECTROCUMBIERO:

1- La devoción por la madre de todas las cumbias, la colombiana. Hay acuerdo: las raíces del género pueden rastrearse en los discos de exponentes como Los Gaiteros de San Jacinto y en las composiciones de Andrés Landero, un autor unánimemente venerado.

2- El baile alemán, de Señor Coconut: la relectura en clave latina de clásicos de Kraftwerk, a cargo del DJ y productor alemán radicado en Chile Uwe Schmidt, operó como una especie de bendición para un subcontinente de ritmos hasta entonces (2000) olvidados o relegados. En su compilado Coconut FM, de 2005, incluyó el tema Llegamos los Pibes Chorros.

3- Cuenta la leyenda que un aparato que copiaba casetes de grupos de cumbia se quedó sin batería y, accidentalmente, produjo una serie de cintas con un ritmo más lento, hipnótico, y una voz grave y oscura. Así nacieron “las rebajadas de Monterrey”, que primero conquistaron México y ya cuentan con varios fans argentinos.

4- Al filo del nuevo milenio, muchos quedaron embelesados ante la aparición de Pablo Lescano, primero con Flor de Piedra y después con Damas Gratis: la corriente villera sonaba como una escupida en la cara del establishment cumbiero. Las réplicas y el negocio la convirtieron en una caricatura, o casi.

5- Los Mirlos es EL grupo de culto. Formado por los hermanos Rodríguez (Jorge, Segundo y Carlos) en 1971 en Lima, Perú, suenan como la banda de sonido perfecta para una película de Tarantino. Cumbia psicodélica de alto voltaje, contenida en vinilos de colección como Cumbia amazónica vol. 1 y 2.

SOY UN ELECTROCUMBIERO MUTANTE

+ Cumbia electronica en punksunidos y los mutantes del cosmos cumbieros
+ Entrevista a Dick El Demasiado, por Nicolas Longo

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