Murio el poeta Vicente Luy

 
lueve y alguien está diciendo “llueve”.
Si me equivoco contradígame con amor, porque con amor digo.
Si erro póngame maestros, que luego yo les enseño, porque con amor hago.
O ustedes, ¿Por qué creen que llueve; porque hace falta? ¿creen que llueve porque sí? ¿por qué carajo creen que llueve?
Llueve; y no solo eso; la verdad es que hay un monton de gente diciendo “llueve”.
De a uno empiezan a notarlo, y no lo pueden evitar; simplemente dicen “llueve”.
Porque llueve.
Si me equivoco contradígame con amor, porque
con amor digo.
(De No le pidan peras a Cúper, 2003)


Quería volver a casa y lo decía, lo repetía con la insistencia y la desesperación de quien no es escuchado. Vicente Federico Luy, poeta, agregó a su biografía el jueves por la mañana una nueva muerte, esta vez con certificado de defunción. Sus restos serán cremados en Salta y luego trasladados a Córdoba, donde serán depositados junto a los de su abuelo, el poeta español Juan Larrea.
Algunas otras veces, partes de él se habían ido de este mundo en el que conoció los extremos de la felicidad, la locura y la tristeza y sobre cuya superficie ya no quería caminar sin ser amado del mismo modo en el que él mismo había amado: muy a fondo, muy sin que nada más importe, muy para siempre, siempre.

Eso es una pollera; eso es una mujer. Una mujer con un cigarrillo en la mano. Tiene las uñas pintadas y toma un té. Parece bonita. No me interesa ninguna otra cosa en el mundo.
(De La vida en Córdoba, 1999)

¿Quién fue Vicente Luy?
Un poeta. ¿Qué es la poesía? “En teoría, la única ciencia que se ocupa del problema”. Anecdóticamente hablando se lo recordará como miembro fundador de los Verbonautas, como editor y autor de un libro colosal en el que invirtió gran parte de su herencia, La vida en Córdoba. Se lo recordará por eventos de ligero escándalo social, como la vez que empapeló Córdoba con afiches con gente desnuda y la frase “lo esencial es invisible a los ojos”. O como la vez que armó un sitio de apuestas on line en la prehistoria de internet e intentó publicitarlo en Página/12 con un cartel que decía “apuesto 100 a que el Papa muere antes de fin de año”. No lo dejaron, y entonces empapeló Córdoba denunciando al diario por censura. O como la vez que descubrió que otro poeta, Alejandro Schmidt, había perdido a su madre en el mismo accidente aéreo en el que murieron sus padres, cuando Vicente tenía un año de edad. Y no sólo eso: Schmidt y Luy habían nacido el mismo día.
Anecdóticamente hablando, fue autor de una poesía confesional, de tono pedagógico en algunos casos, pero de una pedagogía divinamente perversa.

Lo que está mal está mal.
Pero lo que está bien
también está mal.
Charlalo con tus padres.-
(De Vicente habla al pueblo, 2007)

Su primer libro tiene un título clarísimo respecto de su diagnóstico de muerte: Caricatura de un enfermo de amor.

Inconscientemente vamos por un camino, y concientemente
nos ponemos a buscar otro camino, en vez de hacer
conciente el camino por el que vamos.-
(De Caricatura de un enfermo de amor, 1991).

Después incluyó fotos y recortes de diario y dibujos de sus novias en La vida en Córdoba, un libro gigantesco y vitalista, un salto de entusiasmo después de una orgía. No se hacían esas cosas en Córdoba, y él las hacía.
¿Por qué los secuestradores prosperan?
¿Por qué sonríen los diputados?
Tienen plan.
Vos no tenés plan.
(De La vida en Córdoba, 1999)
En ese tiempo fue anfitrión de fiestas delirantes en su casa de Salsipuedes, una vieja casona de campo convertida en búnker: Vicente le había mandado a Carlos Telleldín, procesado en el juicio de la Amia, un poema acusándolo de una violación. Cuando Telledín salió en libertad, Vicente temió por su vida e instaló vidrios blindados. Decía que esa casa tenía, además, un refugio antiatómico en el sótano.
Por esa época publicó Aviones y No le pidan peras a Cúper, libros de “poesía exprés” al calor de los acontecimientos sociales. Comenzó a desarrollar un estilo de aforismo poderoso: “Si va a morir gente, votemos quiénes”. Dos años más tarde reunió lo mejor de su poesía en La sexualidad de Gabriela Sabatini.

¿Venderle el alma al diablo? Sí, pero cara.
Y si se puede, venderle también otras cosas.
Y venderle a Dios lo que el diablo no compre.-
(De No le pidan peras a Cúper, 2003)
BOOM MAHADEVA!!!