Los Delfines

Se llama Delfino; La lengua de los delfines, está ya identificada: silbidos, gruñidos, ruidos diversos, la mayoría inaudibles por nosotros, pero este lenguaje sigue incomprensible a nuestros oídos. Fue John Lilly quien primero trabajo sobre el tema en los años cincuenta, intentado enseñar el inglés a los delfines.

Tenemos siempre mucho para aprender de los animales y de la forma en la que viven en relación a sus pares y al medioambiente. Por eso, incluyo info sobre los delfines, uno de los tantos animales grandiosos que viven en el mar.

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Los delfines son una de las especies más inteligentes del planeta. Ellos son curiosos y juguetones y tienen habilidades de comunicación increíbles. Tienen un lenguaje muy elaborado que consiste en más de 4000 diferentes silbidos. Cada delfín tiene un silbido individual, que es usado como un nombre para identificarse y diferentes grupos de delfines hablan diferentes dialectos. No conocemos otros animales en el mundo que posean una lengua tan elaborada.

Ellos son una de las pocas especies de animales silvestres que interactúan por iniciativa propia con los humanos, sin lastimarlos. Los delfines nos permiten relacionarnos con la naturaleza de una manera incomparable.

Los delfines protegen al hombre. Hay docenas de casos reportados a nivel mundial en que los delfines han rescatado naufragos o defendido hombres contra los tiburones. Matar a un delfín significa matar a un amigo.

SOBRE LOS DELFINES

Todos los animales de una misma especie, aún los más elementales, se comunican entre sí. Las señales que emiten son reconocidas por sus congéneres. En los animales sociales dotados de un alto psiquismo, como los cetáceos, estos mensajes son múltiples.

En el caso de los delfines los más importantes son los de naturaleza táctil (toqueteos, caricias, en especial amorosas), visual (posiciones, saltos) y, por supuesto, auditiva. Por el contrario los cetáceos no tienen prácticamente olfato: sus conductos respiratorios poseen muy pocas células sensoriales, y los lóbulos olfativos de su cerebro están atrofiados.

Los mensajes sonoros, por su parte, están tan individualizados, son tan regulares, tan divididos en secuencias con preguntas y respuestas, que no podemos sino definirlos como lenguaje. Los delfines emiten sonidos infinitamente variados (silbidos, ronquidos, gruñidos, tintineos, tamborileos, etc.), utilizan para ello su faringe, pero las ondas sonoras que utilizan son amplificadas por los tejidos adiposos de su cabeza. Elaboran sonidos de una frecuencia comprendida entre 100 y 150.000 hercios (el hombre sólo percibe los que se sitúan entre 100 y 15.000 hercios).

Reciben los ecos de estas emisiones por un orificio auditivo minúsculo, cuya impermeabilidad durante las inmersiones está asegurada por un grueso tapón de cerumen. Éste conduce, sin embargo, perfectamente las ondas mecánicas, ya que los animales están dotados de un oído prodigioso.

Los sonidos emitidos por los delfines les sirven tanto para dirigirse como para intercambiar mensajes. Cuando el delfín quiere orientarse en aguas turbias o durante la noche, empieza por emitir sonidos de frecuencia baja, cuyos ecos le dan una idea del panorama general en el que va a evolucionar.

Posteriormente, balancea la cabeza de un lado a otro, produciendo sonidos de frecuencias más alta, esto significa que intenta encontrar los obstáculos de dimensiones más pequeñas. La exactitud de este sonar sorprende todavía a los especialistas: los delfines son capaces de detectar incluso a varios metros de distancia un hilo de cobre que no exceda los 0,2 milímetros de diámetro.

Los delfines necesitan comunicarse entre sí. Son muy capaces de imitar un gran número de sonidos que no acostumbran emitir. Los pequeños de esta especie aprenden verosímilmente la lengua. Reciben consignas por parte de los adultos, que comprenden, memorizan y aplican. Los adultos saben informarse entre sí acerca de la proximidad del peligro y sobre las tácticas apropiadas para enfrentarlo.

No existen pruebas definitivas de que los delfines hablen tan claramente como los humanos, pero hay numerosas hipótesis. Después de todo, para traducir el lenguaje del delfín al lenguaje humano tendríamos que poseer claves, de las que no disponemos hoy y probablemente nunca.

VIDA SOCIAL DE LOS DELFINES

Los delfines son animales eminentemente sociales; privados de la compañía de sus semejantes languidecen. Un joven delfín retirado de su madre y del rebaño no adquiere el lenguaje ni el conocimiento de su especie. Es incapaz de sobrevivir en libertad.
El rebaño típico se compone de varias hembras maduras acompañadas por su cría del año, de un cierto número de jóvenes inmaduros de ambos sexos y de uno o varios machos dominantes. Los jóvenes machos sexualmente maduros son, por lo general, apartados de la gran familia y se reúnen en grupos antes de probar su suerte individualmente e intentar imponerse como productores de un rebaño familiar junto con otro macho dominante.

Se sabe desde hace tiempo que estos animales no temen demasiado al hombre y , aún más, que buscan su compañía. El delfín, amistoso de por sí, llega a caer en una entrañable inocencia, que le cuesta la muerte por millares a manos.

La familiaridad de los delfines con la especie humana es un hecho real. Cuando algún hombre se halla en peligro o herido, no dudan en ayudarlo, como se ha comprobado en múltiples ocasiones.

En su relación con el hombre, son legendarias las historias de delfines que socorren a nadadores en apuros o que ayudan a atraer los cardúmenes hacia sus redes.

INTELIGENCIA

El delfín tiene muchas facultades que hacen pensar al hombre en que éste posee alguna forma de inteligencia. Se ha intentado reunir pruebas objetivas de las verdaderas facultades intelectuales de los delfines.

Una de las facultades del delfín es la de adaptarse exitosamente a nuevas situaciones. De ser así, es un sabio, pues logró poblar el 71 por ciento del planeta (es decir, todos los océanos).

Otra de sus facultades es su habilidad de comunicarse con su especie, como visto anteriormente.

El peso bruto del cerebro no constituye por si mismo un indicio; por el contrario, su peso relativo comparado al total del cuerpo representa un elemento importante. Desde este punto de vista, el índice cerebral de los delfines es netamente superior al de, por ejemplo, un chimpancé, y comparable al del humano. No sólo resulta elevado el peso relativo del cerebro de los delfines, sino que su encéfalo posee circunvoluciones muy numerosas, al igual que el nuestro; el neocórtex, sede de la inteligencia y de los comportamientos superiores, está sorprendentemente bien desarrollado.

Si tuviéramos que hablar del "intelectual de los mares", el titulo recaería en el mayor de los delfines, la orca. Este animal ha fascinado siempre a los marinos y a los balleneros.

Antes de disponer de barcos modernos y de cañones arponeros, le consideraban demasiado listo como para pensar en inscribirle en su lista de trofeos.

Le llamaban "La ballena asesina", y sabían que no podían acercarse a ella. Las orcas aprenden muy rápidamente; por ejemplo, a reconocer los barcos de los hombres: si ven un cañón en la proa del barco, huyen.

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