Cuarenta años después de que el Shinkansen revolucionase el mundo del ferrocarril, Japón prepara el tren de levitación magnética, que en 2030 volará entre Tokio y Osaka, distantes 553 kilómetros, en tan sólo una hora.
El proyecto. Todavía queda mucho para que entre en funcionamiento la primera línea comercial entre Tokio y Nagoya, planeada con precisión japonesa para 2025, pero hoy en día en la zona de pruebas de Yamanashi ya se puede ver de lo que es capaz el ojito derecho de JR Central, la compañía responsable del proyecto.
Al oeste de Tokio, en la provincia de Yamanashi, el Maglev o Linear, como prefieren llamarlo en la empresa, vuela en dieciocho kilómetros de las vías de prueba, encajados en un típico paisaje japonés de montañas verdes cubiertas muchas veces de bruma.
Cuando desde el observatorio situado en el segundo piso del museo dedicado al Maglev se ve pasar el tren a velocidades que se acercan a los quinientos kilómetros por hora, la sensación es impactante.
Pero si el observador tiene suerte y llueve, la visión es si cabe más impresionante: al salir del túnel a una velocidad endiablada, el Maglev convierte las gotas en una estela de vapor que rodea todo el tren, que parece convertirse en un avión supersónico.
El símil no es casual, pues aunque a velocidades bajas el tren funciona con ruedas, cuando alcanza bastante aceleración éstas se recogen y el Maglev "levita" a diez centímetros de altura.
Cómo funciona. La tecnología de este tren está basada en la energía magnética que crean los grandes imanes que jalonan todo el recorrido del tren.
Para ponerlo en marcha se aprovecha tanto la fuerza de los polos de signo opuesto, que se atraen, como las de igual signo, que se repelen.
El poder de aceleración que permite esta tecnología es tal que el día que el Linear superó la máxima velocidad registrada por un tren de estas características (581 kilómetros por hora) necesitó menos de nueve kilómetros para batir el récord.
Además de Japón, Alemania también ha dominado la técnica de los ferrocarriles de levitación magnética y un consorcio alemán es el responsable de la única vía comercial en funcionamiento que usa esta tecnología, la que une el aeropuerto de Shanghái con Pudong, la zona de negocios de la capital económica china.
De avanzada. Sin embargo, el Maglev japonés es más avanzado que el desarrollado por Siemens y ThyssenKrupp en China y, en vez de levitar a un centímetro de altura, lo hace a diez porque de esta manera aumenta la seguridad contra fenómenos naturales como los terremotos, muy usuales en Japón.
La tecnología de JR Central está ultimada y lista para ponerla en práctica, pero la inversión necesaria para convertir en realidad un servicio entre Tokio y Osaka, que recorrería la zona más poblada de la isla principal de Japón, implica una inversión enorme.
Sólo para ampliar los dieciocho kilómetros de las vías de pruebas hasta los 41 kilómetros, con un trazado que en el futuro formará parte de la red comercial, la compañía privada JR Central se plantea un gasto de 355.000 millones de yenes (2.994 millones de dólares), que sufragará con sus propios fondos.
500 kilometros, no es joda.
El proyecto. Todavía queda mucho para que entre en funcionamiento la primera línea comercial entre Tokio y Nagoya, planeada con precisión japonesa para 2025, pero hoy en día en la zona de pruebas de Yamanashi ya se puede ver de lo que es capaz el ojito derecho de JR Central, la compañía responsable del proyecto.
Al oeste de Tokio, en la provincia de Yamanashi, el Maglev o Linear, como prefieren llamarlo en la empresa, vuela en dieciocho kilómetros de las vías de prueba, encajados en un típico paisaje japonés de montañas verdes cubiertas muchas veces de bruma.
Cuando desde el observatorio situado en el segundo piso del museo dedicado al Maglev se ve pasar el tren a velocidades que se acercan a los quinientos kilómetros por hora, la sensación es impactante.
Pero si el observador tiene suerte y llueve, la visión es si cabe más impresionante: al salir del túnel a una velocidad endiablada, el Maglev convierte las gotas en una estela de vapor que rodea todo el tren, que parece convertirse en un avión supersónico.
El símil no es casual, pues aunque a velocidades bajas el tren funciona con ruedas, cuando alcanza bastante aceleración éstas se recogen y el Maglev "levita" a diez centímetros de altura.
Cómo funciona. La tecnología de este tren está basada en la energía magnética que crean los grandes imanes que jalonan todo el recorrido del tren.
Para ponerlo en marcha se aprovecha tanto la fuerza de los polos de signo opuesto, que se atraen, como las de igual signo, que se repelen.
El poder de aceleración que permite esta tecnología es tal que el día que el Linear superó la máxima velocidad registrada por un tren de estas características (581 kilómetros por hora) necesitó menos de nueve kilómetros para batir el récord.
Además de Japón, Alemania también ha dominado la técnica de los ferrocarriles de levitación magnética y un consorcio alemán es el responsable de la única vía comercial en funcionamiento que usa esta tecnología, la que une el aeropuerto de Shanghái con Pudong, la zona de negocios de la capital económica china.
De avanzada. Sin embargo, el Maglev japonés es más avanzado que el desarrollado por Siemens y ThyssenKrupp en China y, en vez de levitar a un centímetro de altura, lo hace a diez porque de esta manera aumenta la seguridad contra fenómenos naturales como los terremotos, muy usuales en Japón.
La tecnología de JR Central está ultimada y lista para ponerla en práctica, pero la inversión necesaria para convertir en realidad un servicio entre Tokio y Osaka, que recorrería la zona más poblada de la isla principal de Japón, implica una inversión enorme.
Sólo para ampliar los dieciocho kilómetros de las vías de pruebas hasta los 41 kilómetros, con un trazado que en el futuro formará parte de la red comercial, la compañía privada JR Central se plantea un gasto de 355.000 millones de yenes (2.994 millones de dólares), que sufragará con sus propios fondos.
500 kilometros, no es joda.
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