40 años del movimiento Hippie
Hippies
Hace 40 años más de 100.000 jóvenes se reunían en San Francisco para celebrar el nacimiento de una contracultura opuesta a la sociedad de consumo, basada en la paz, el amor, la ecología y la expansión de la conciencia. El acontecimiento se conoció como Verano del Amor, representó el nacimiento del hippismo y tuvo un impacto mundial. A pesar de lo efímero del movimiento su huella todavía se percibe en la cultura global, en elementos como la incorporación de disciplinas orientales, del ideal de la vida sana o del interés por la ecología a la vida cotidiana.
"El movimiento hippie fue un sacudón, comparable con ese cambio de piel que hacen las serpientes para poder crecer y sus consecuencias se pueden ver aún hoy en la cultura que vivimos todos los días. En el yoga, el ideal de la dieta sana o de la ecología, que están instalados definitivamente entre nosotros. Sus aplicaciones prácticas también están a la vista y creo que es lo más útil que quedó una vez pasada la etapa de los excesos: entidades como Greenpeace, Amnesty International o Médicos sin Fronteras no existirían sin los ideales instalados por el hippismo y la generación del '60", dice Pipo Lernoud, poeta periodista y uno de los primeros hippies argentinos, aunque en aquel momento prefirieran llamarse a sí mismos "náufragos". Y lo hace en un momento especial: cuando se cumplen 40 años del Verano del Amor, aquel acontecimiento inaugural que reunió a más de 100.000 jóvenes en el barrio de Haight Ashbury, en San Francisco y marcó un antes y después en la cultura del siglo XX.
Fue un evento plagado de excesos que despertó devociones y controversias y que pronto abandonó su dimensión local para generar un impacto global. Toda una generación instalaba a través de él una contracultura basada en un fuerte cuestionamiento a la sociedad de consumo, al capitalismo, al imperialismo y a la guerra. Los pilares fundamentales verían la luz durante ese mismo 1967. Desde el disco Seargent Pepper, de Los Beatles a The Pipper at The Gates Of Down, de Pink Floyd o Surrealistic Pillow, de Jefferson Airplane, convertidos a partir de entonces en clásicos insoslayables de la música pop. Todo en el marco de una movida que reivindicaba al mismo tiempo las consignas "paz y amor" y "sexo, droga y rock and roll" y la expansión de la conciencia a través del uso de drogas psicodélicas (de psique y delos: ampliación de la mente) como el LSD, que había sido legal hasta el año 1966.
Como contrapartida, el impacto inicial del hippismo en la Argentina sería minoritario, según recuerdan quienes fueron sus protagonistas. Bajo la dictadura militar de Juan Carlos Onganía, que hasta prohibía a las parejas besarse en las plazas, se vió reducido a mínimas expresiones hasta que en setiembre de 1967 la aparición del simple Ayer Nomás/La Balsa, de Los Gatos, le dio cierta repercusión. A partir de entonces se expresaría primero a través de la obra de grupos musicales -como la mayoría de los fundadores del rock nacional- y más adelante mediante el intento de instalar comunas en el interior del país, en localidades como San Marcos Sierra y El Bolsón. Pero, en una época políticamente convulsionada, la postura hippie no sólo encontró la oposición del poder, sino también la de los jóvenes enrolados en las organizaciones políticas del campo popular, que consideraban al hippismo una expresión más de la colonización cultural.
A 40 Años De Hight Ashbury
"Si vas a San Francisco/Asegurate de llevar flores en tu cabello", proclamaba un himno del grupo The Mamas And The Papas que se popularizó en el Verano del Amor y se transformó en la banda sonora de una movida que tomó por sorpresa a buena parte de la sociedad estadounidense bajo el rótulo "Poder de las flores" (Flower Power).
Claro que había habido algunos antecedentes que para muchos pasaron desapercibidos. Los trabajos que los grupos Fugs, Mothers of Inventions (liderado por Frank Zappa) y el artista Andy Warhol venían desarrollando en Nueva York desde tiempo atrás a partir de nuevos criterios estéticos. Y un ejemplo más evidente: la sentada protagonizada por el poeta Allen Ginsberg, el profesor de Harvard y gurú del LSD Thimoty Leary y la banda Jefferson Airplane frente a cientos de jóvenes en el parque Golden Gate en enero de ese mismo año, donde comenzaban a difundirse los principales postulados del hippismo.
La repercusión que tuvo ese evento (conocido como Human Be In) funcionó como un disparador para un Verano del Amor que arrancó tímidamente en la primavera: centenares de jóvenes de Estados Unidos se dirigían en insólita peregrinación hacia el barrio de Haight Ashbury, en San Francisco, famoso por sus alquileres baratos que habían llevado hasta allí a parte de la bohemia beatnik.
"Si podés recordar los '60 es porque no estuviste ahí", dice un dicho muy repetido entre los estadounidenses de esa generación. A pesar de eso, el testimonio de quienes participaron del Verano del Amor, lo recuerdan como un episodio efímero y descontrolado, que sin embargo marcó a fuego la cultura global sin que en ese momento se pudiera apreciar la magnitud de ese impacto.
En Hight Ashbury se concentraban cientos de jóvenes fácilmente reconocibles por sus atuendos deudores de la indumentaria oriental, por sus símbolos de la paz y por los vivos colores de sus ropas. Celebraban el nacimiento de una contracultura basada en la vida comunitaria apartada de la sociedad de consumo y el "american way of life"; en la reivindicación de la paz en oposición a la creciente convocatoria de jóvenes norteamericanos para pelear en Vietnam; en el rescate de ritos orientales y de prácticas como la alimentación sana y el cuidado de la ecología.
Pero no eran esos los aspectos del movimiento que generaron los más virulentos anticuerpos entre las autoridades y la prensa norteamericana, sino otros: en Haight Ashbury cundía el uso de drogas psicodélicas, especialmente el ácido lisérgico (LSD) y era una práctica natural el amor libre, con su correlato de cientos de afectados por enfermedades venéreas.
El Verano del Amor comenzó a atraer turistas que recorrían el barrio en colectivo, mientras la comunidad más comprometida en los ideales del hippismo (los Diggers) abrieron una tienda que repartía alimentos gratuitos para los hippies que recién llegaban y un hospital (Free Clinic) para atender malos viajes de drogas y enfermedades de transmisión sexual.
El negocio Psychedelic Shop, especializado en la venta de adminículos para consumir drogas, literatura esotérica y posters coloridos actuaba como epicentro del movimiento, que se expresaba a través de un periódico multicolor (Oracle) y una FM donde se difundían los principales grupos psicodélicos del momento.
Esa infraestructura permitió a los grupos de rock de la época desligar sus estéticas de las impuestas por la industria musical. Así nacieron iniciativas como The Doors, Jimmy Hendrix Experiencie o Jeferson Airplane, basadas en letras con mayor contenido social y un fuerte interés por la experimentación sonora.
Con todo, pronto el barrio entró en una marcada decadencia, se multiplicaron los episodios de violencia, las epidemias y la represión policial. Las drogas duras, que a la larga se llevarían a referentes como Janis Joplin, Jim Morrison y Jimmi Hendrix- entraron en escena haciendo el panorama más oscuro. Y esos factores llevaron a que los mismos hippies -encabezados por los Diggers- hicieran ese año una ceremonia de "Entierro del Hippie" en el mismo barrio para sugerir el abandono de las ciudades y el traslado de las comunidades hacia ámbitos rurales donde vivir de una manera natural y apartada de la sociedad de consumo.
No obstante, el efervescente momento cultural representado por el Verano del Amor estaba lejos de apagarse. Vendrían nuevos festivales de música, otros discos destinados a marcar hitos y la época de las peregrinaciones de largo aliento hacia Katmandú y otros lugares de oriente. Pero el momento de eclosión del hippismo ya había quedado, en cierto modo, definitivamente atrás y sus principales símbolos y postulados terminaron asimilados por su peor enemigo: la sociedad de consumo, que los convirtió en productos.
El Legado
El 40º aniversario del Verano del Amor instaló una pregunta casi obligada ¿Qué quedó de aquellos postulados hippies, qué de aquella contracultura que nació con un ímpetu arrasador y siguió su derrotero entre la claudicación, el anonimato y la tragedia?
Las opiniones son divergentes. Para los editores de la revista Rolling Stone, vocera de la contracultura y que también cumple por estos días cuarenta años, "los valores de aquella época no sólo sobrevivieron; en muchos sentidos son los predominantes de nuestros tiempos".
En la misma sintonía, uno de los integrantes de la comuna hippie de los Diggers de Haight Ashbury, consideró en recientes declaraciones al diario San Francisco Chronicle que "los objetivos políticos del movimiento fallaron, pero no así los culturales. No terminamos con el capitalismo ni con el imperialismo, pero los objetivos culturales, todos funcionaron".
¿Cuáles son los principales ecos que el hippismo imprimió en la cultura? Pipo Lernoud ensaya una lista donde está presente el yoga y todas las disciplinas orientales adoptadas por la cultura occidental. Desde la meditación hasta el karate. También el ideal de una alimentación natural, de la "vuelta a la tierra" y a los valores ecológicos. Y una forma más abierta y libre de vivir la sexualidad'. Así como también, una mayor apertura para vivir las diferencias raciales.
Pero son elementos aislados, desvinculados del contexto que los hacía parte del movimiento hippie.
Las formas de organización hippie, aisladas de la sociedad de consumo, en la mayoría de los casos fracasaron, dice Lernoud, quien relata el caso de comunas estadounidenses que todavía viven de acuerdo a los postulados hippies, como The Farm, donde las decisiones son comunitarias, pero cada integrante del colectivo domina sobre su casa y mantiene distintos grados de intercambio con las ciudades.
Lo indiscutible, es el legado musical del movimiento, que mantiene plena vigencia. Y no sólo en los álbumes y artistas que marcaron una época y desde la siguen siendo referencia de las nuevas generaciones de músicos. También hay quienes creen ver reminiscencias psicodélicas en la música e iluminación de las actuales discotecas, herencia hippie en la forma de organizarse en "tribus" de los seguidores de las actuales bandas barriales y algo del espíritu festivalero del "Flower Power" en las grades raves que reúnen a miles de jóvenes, actualmente, en cualquier gran ciudad del mundo.
"Los valores de aquella época no sólo sobrevivieron; en muchos sentidos son los predominantes de nuestros tiempos", de la editorial por el 40º aniversario de la revista Rolling Stone, nacida en 1967.
"Sin el hippismo no tendríamos hoy incorporadas a nuestras vidas el yoga y otras disciplinas orientales; el ideal de la alimentación sana; de una mayor libertad sexual y una actitud crítica permanente hacia los políticos. Tampoco existirían entidades como Greenpeace, Amnesty International o Médicos sin Fronteras" Pipo Lernoud, uno de los primeros hippies argentinos.
David Getz de Big Brother and The Holding Company.
de Paul Mc Cartney a Rolling Stone.
Marc Shapiro, biógrafo de George Harrison.
LOS HIPPIES EN ARGENTINA
Era tan difícil querer ser hippie en la Argentina de 1967 que el pelo largo se llevaba atado debajo de las camperas y las camisas floreadas (tan flower power) se disimulaban debajo de los sacos. La anécdota la cuenta a este diario Pipo Lernoud, uno de los primeros hippies argentinos junto a Miguel Abuelo, Moris y Tanguito. Claro que ellos, embarcados en la idea de construir un hippismo de cuño nacional, adaptado a una realidad argentina tan distinta a la de las sociedades opulentas donde el hippismo nacía, preferían no llamarse hippies. Y se llamaron a sí mismos náufragos. De allí el popular verso del himno fundacional del rock nacional, La Blasa. Ese que dice "con mi balsa yo me iré a naufragar".
Los primeros hippies argentinos se reunían en La Cueva -el bar fundado por Sandro-, La Perla del Once -también famoso porque en su baño se compuso La Balsa- y en Plaza Francia. Y su existencia fue casi desconocida hasta que en 1967 se publicó el simple de Los Gatos que contiene los temas Ayer Nomás y La Balsa.
Con todo, aún así nunca hubo "un desarrollo del hippismo como movimiento en la Argentina", dice Lernoud, quien apunta que "nuestra existencia como hippies fue casi testimonial. Teníamos contacto con otros como Caetano Veloso y Gilberto Gil que mantenían una postura parecida en Brasil, pero mientras nosotros nos reuníamos en Plaza Francia, en Estados Unidos los Diggers tenían suficiente estructura como para montar una clínica gratuita para asistir a los hippies que estaban en la calle".
Más tarde llegó la hora de las comunidades rurales, pero según Lernoud, que hizo varios intentos de vida apartada, ninguna de esas comunidades funcionaron.
"Ya el matrimonio es un serio problema para la convivencia. Hay que imaginarse lo que es una comunidad", sugiere el periodista y escritor a quien Miguel Abuelo le compuso el tema "Pipo La Serpiente".
En su libro "Chau, loco", donde relata historias del hippismo en la argentina, el músico Miguel Cantilo cuenta una de las primeras experiencias de comunidades hippies radicadas en la localidad de El Bolsón, en Río Negro. En este caso, la de una comuna radicada a orillas del río Quemquemtreu.
"Eran no más de cinco desgreñados mochileros en estado sedentario disfrutando del sol de enero (...). Ocupaban una cabaña precaria cuyo alquiler adeudaban desde varios meses atrás y en cuyos alrededores ensayaban tímidos ensayos agrícolas sin agua corriente ni energía eléctrica. Se los veía muy bronceados, semidesnudos y alegres, aunque daban la sensación de estar esperando que algo sucediera y quebrara aquella apabullante paz patagónica".
Según el testimonio de Cantilo, los integrantes de esa colonia eran actores que habían participado en el musical Hair en Buenos Aires, artesanos y "buscadores de libertad".
Independientemente del progreso de esa colonia, la impronta hippie quedó en el Bolsón, admiten sus pobladores. En 1982, una ordenanza municipal declaró al lugar "Zona no Nuclear" y "A favor de la Vida". Y se lo nombró como Primer Municipio Ecológico de Latinoamérica.
Es que, como dice Lernoud, el hippismo fue una etapa que se superó, aún para la mayoría de los "náufragos" pero muchos de cuyos ideales quedan. Aún en su vida cotidiana, admite el escritor, que es además dirigente de la Federación Internacional del Movimiento de Agricultura Orgánica y que asegura que para él la alimentación sana es una prioridad, que trata de evitar la medicina alopática y que todas sus hijas nacieron por parto natural.
La cofradía de la flor solar. El hippismo llegó hace rato
En un mar mundial de revoluciones culturales y artísticas marcadas por el rechazo a la violencia de la guerra de Vietnam y por las influencias de la generación Beat, la segunda mitad de los sesenta marcó a un grupo de jóvenes platenses que decidieron avocarse a una vida comunitaria, inspirada en los movimientos pacifistas norteamericanos y marcada por las producciones artísticas, germen entre otras expresiones, de la banda musical “Los Redonditos de Ricota”
La Cofradía de la Flor Solar surge en el verano de 1967, cuando el golpe del General Juan Carlos Onganía desarrolló la cruenta “noche de los bastones largos” e impuso la intervención de las universidades nacionales, a la que siguió el éxodo obligado de cientos de profesores: “Ahí fue cuando nos fuimos de Bellas Artes con un proyecto de hacer una escuela paralela a la intervenida Escuela Superior, con todos los profesores que habían echado por el Golpe. Hasta formamos un comedor universitario... Ese fue el origen de la Cofradía”, reitera en cada entrevista periodística Ricardo, “Mono” Cohen, más conocido como Rocambole, quien fuera miembro del grupo.
Es en ese momento en el que estos jóvenes artistas, fuertemente influenciados por el movimiento hippie que se venía dando en Estados Unidos, deciden instalarse en una casona en las afueras de la Ciudad y conformar una comunidad, en la que compartían no solo la convivencia, sino innumerables producciones artísticas y artesanales, un novedoso proyecto musical, que devino en el primer experimento argentino de esas características, totalmente trasgresor para la época.
Para los cofrades, -entre quienes podía encontrarse además de Rocambole, a los hermanos Beilinson, Kubero Díaz y Miguel Cantilo, entre otros- uno de los personajes clave en la formación de aquel proyecto cultural, fue Manuel López Blanco, un profesor de Bellas Artes que había sido echado por los militares en el año 1966 y cuyas enseñanzas inspiraron la creación de la mítica comunidad. “Manolo tenía una cátedra de Filosofía y Estética que era muy abierta, muy de desatornillar cabezas y destapar cráneos. Era una cátedra fundamentalmente marxista”, indicó Rocambole, quien además explicó que “en la época del golpe de Onganía es echado de la facultad y nosotros, como centro de estudiantes en el exilio, lo llamamos para que diera cátedras paralelas a la universidad, al aire libre. Influyó en la mentalidad de elaborar una comuna. Eran instancias que nos planteó él”.
Según detalla Pujol, los cofrades vivían de sus artesanías y de las encomiendas con alimentos que los chicos del interior recibían regularmente de sus familiares. En este ámbito, las parejas no practicaban el amor libre como muchas veces se pensaba; se compartían lecturas, música y habían montado un taller de serigrafía donde hacían afiches para las compañías de teatro independiente de La Plata.
De chicos raros a transgresores
En los comienzos de esta experiencia comunitaria, hasta principio de los años 70 “estaba todo bien, porque la gente todavía no se había difundido en el imaginario el hecho del hippie drogadicto. Éramos sólo gente rara”, señaló Rocambole en una entrevista a la revista La Mano.
Sin embargo, pronto vino la represión y el aspecto hippie, acompañado solo de unas pocas prácticas vinculadas con ese estilo de vida se fueron convirtiendo en el modelo a perseguir por las Fuerzas de Seguridad. “Lo que sin duda les dio cierta coherencia interna a los hippies argentinos, determinándolos como un colectivo con personalidad propia fue la represión policial”, apuntó Pujol.
En este contexto de violencia y transformaciones es en el que finaliza la Cofradía. En el verano de 1972, todos se trasladaron hacia Mar del Plata, “la Cofradía viajaba así: iban los equipos y todas las cosas en una pequeña camioneta, y todo el resto iba a dedo”, comenta Rocambole. Según su relato, en esa época estaba en la localidad balnearia un comisario al que le decían "Lobo" y un día hubo una denuncia de vecinos y cayeron patrulleros al lugar donde estaban parando. “No encontraron droga. Y el Lobo dijo: ‘Yo no voy a movilizar cinco patrulleros para nada’ y enseguida hizo aparecer droga. Nos llevaron todos a un centro de detención ilegal y todos estuvimos 5 días desaparecidos, incluso mujeres y hasta un bebé. Salimos porque hubo unos familiares y movilizaron abogados. Nos salvamos, pero descubrimos que en La Plata había habido un operativo similar y se llevaron todos los instrumentos y rompieron todo el taller. Nos quedamos sin la estructura y hasta se negaron a seguir alquilándonos el lugar; así que decidimos desensillar hasta que aclare”, concluyó el artista.
Fuente: www.eldia.com.ar
Hippies
Hace 40 años más de 100.000 jóvenes se reunían en San Francisco para celebrar el nacimiento de una contracultura opuesta a la sociedad de consumo, basada en la paz, el amor, la ecología y la expansión de la conciencia. El acontecimiento se conoció como Verano del Amor, representó el nacimiento del hippismo y tuvo un impacto mundial. A pesar de lo efímero del movimiento su huella todavía se percibe en la cultura global, en elementos como la incorporación de disciplinas orientales, del ideal de la vida sana o del interés por la ecología a la vida cotidiana.
"El movimiento hippie fue un sacudón, comparable con ese cambio de piel que hacen las serpientes para poder crecer y sus consecuencias se pueden ver aún hoy en la cultura que vivimos todos los días. En el yoga, el ideal de la dieta sana o de la ecología, que están instalados definitivamente entre nosotros. Sus aplicaciones prácticas también están a la vista y creo que es lo más útil que quedó una vez pasada la etapa de los excesos: entidades como Greenpeace, Amnesty International o Médicos sin Fronteras no existirían sin los ideales instalados por el hippismo y la generación del '60", dice Pipo Lernoud, poeta periodista y uno de los primeros hippies argentinos, aunque en aquel momento prefirieran llamarse a sí mismos "náufragos". Y lo hace en un momento especial: cuando se cumplen 40 años del Verano del Amor, aquel acontecimiento inaugural que reunió a más de 100.000 jóvenes en el barrio de Haight Ashbury, en San Francisco y marcó un antes y después en la cultura del siglo XX.
Fue un evento plagado de excesos que despertó devociones y controversias y que pronto abandonó su dimensión local para generar un impacto global. Toda una generación instalaba a través de él una contracultura basada en un fuerte cuestionamiento a la sociedad de consumo, al capitalismo, al imperialismo y a la guerra. Los pilares fundamentales verían la luz durante ese mismo 1967. Desde el disco Seargent Pepper, de Los Beatles a The Pipper at The Gates Of Down, de Pink Floyd o Surrealistic Pillow, de Jefferson Airplane, convertidos a partir de entonces en clásicos insoslayables de la música pop. Todo en el marco de una movida que reivindicaba al mismo tiempo las consignas "paz y amor" y "sexo, droga y rock and roll" y la expansión de la conciencia a través del uso de drogas psicodélicas (de psique y delos: ampliación de la mente) como el LSD, que había sido legal hasta el año 1966.
Como contrapartida, el impacto inicial del hippismo en la Argentina sería minoritario, según recuerdan quienes fueron sus protagonistas. Bajo la dictadura militar de Juan Carlos Onganía, que hasta prohibía a las parejas besarse en las plazas, se vió reducido a mínimas expresiones hasta que en setiembre de 1967 la aparición del simple Ayer Nomás/La Balsa, de Los Gatos, le dio cierta repercusión. A partir de entonces se expresaría primero a través de la obra de grupos musicales -como la mayoría de los fundadores del rock nacional- y más adelante mediante el intento de instalar comunas en el interior del país, en localidades como San Marcos Sierra y El Bolsón. Pero, en una época políticamente convulsionada, la postura hippie no sólo encontró la oposición del poder, sino también la de los jóvenes enrolados en las organizaciones políticas del campo popular, que consideraban al hippismo una expresión más de la colonización cultural.
A 40 Años De Hight Ashbury
"Si vas a San Francisco/Asegurate de llevar flores en tu cabello", proclamaba un himno del grupo The Mamas And The Papas que se popularizó en el Verano del Amor y se transformó en la banda sonora de una movida que tomó por sorpresa a buena parte de la sociedad estadounidense bajo el rótulo "Poder de las flores" (Flower Power).
Claro que había habido algunos antecedentes que para muchos pasaron desapercibidos. Los trabajos que los grupos Fugs, Mothers of Inventions (liderado por Frank Zappa) y el artista Andy Warhol venían desarrollando en Nueva York desde tiempo atrás a partir de nuevos criterios estéticos. Y un ejemplo más evidente: la sentada protagonizada por el poeta Allen Ginsberg, el profesor de Harvard y gurú del LSD Thimoty Leary y la banda Jefferson Airplane frente a cientos de jóvenes en el parque Golden Gate en enero de ese mismo año, donde comenzaban a difundirse los principales postulados del hippismo.
La repercusión que tuvo ese evento (conocido como Human Be In) funcionó como un disparador para un Verano del Amor que arrancó tímidamente en la primavera: centenares de jóvenes de Estados Unidos se dirigían en insólita peregrinación hacia el barrio de Haight Ashbury, en San Francisco, famoso por sus alquileres baratos que habían llevado hasta allí a parte de la bohemia beatnik.
"Si podés recordar los '60 es porque no estuviste ahí", dice un dicho muy repetido entre los estadounidenses de esa generación. A pesar de eso, el testimonio de quienes participaron del Verano del Amor, lo recuerdan como un episodio efímero y descontrolado, que sin embargo marcó a fuego la cultura global sin que en ese momento se pudiera apreciar la magnitud de ese impacto.
En Hight Ashbury se concentraban cientos de jóvenes fácilmente reconocibles por sus atuendos deudores de la indumentaria oriental, por sus símbolos de la paz y por los vivos colores de sus ropas. Celebraban el nacimiento de una contracultura basada en la vida comunitaria apartada de la sociedad de consumo y el "american way of life"; en la reivindicación de la paz en oposición a la creciente convocatoria de jóvenes norteamericanos para pelear en Vietnam; en el rescate de ritos orientales y de prácticas como la alimentación sana y el cuidado de la ecología.
Pero no eran esos los aspectos del movimiento que generaron los más virulentos anticuerpos entre las autoridades y la prensa norteamericana, sino otros: en Haight Ashbury cundía el uso de drogas psicodélicas, especialmente el ácido lisérgico (LSD) y era una práctica natural el amor libre, con su correlato de cientos de afectados por enfermedades venéreas.
El Verano del Amor comenzó a atraer turistas que recorrían el barrio en colectivo, mientras la comunidad más comprometida en los ideales del hippismo (los Diggers) abrieron una tienda que repartía alimentos gratuitos para los hippies que recién llegaban y un hospital (Free Clinic) para atender malos viajes de drogas y enfermedades de transmisión sexual.
El negocio Psychedelic Shop, especializado en la venta de adminículos para consumir drogas, literatura esotérica y posters coloridos actuaba como epicentro del movimiento, que se expresaba a través de un periódico multicolor (Oracle) y una FM donde se difundían los principales grupos psicodélicos del momento.
Esa infraestructura permitió a los grupos de rock de la época desligar sus estéticas de las impuestas por la industria musical. Así nacieron iniciativas como The Doors, Jimmy Hendrix Experiencie o Jeferson Airplane, basadas en letras con mayor contenido social y un fuerte interés por la experimentación sonora.
Con todo, pronto el barrio entró en una marcada decadencia, se multiplicaron los episodios de violencia, las epidemias y la represión policial. Las drogas duras, que a la larga se llevarían a referentes como Janis Joplin, Jim Morrison y Jimmi Hendrix- entraron en escena haciendo el panorama más oscuro. Y esos factores llevaron a que los mismos hippies -encabezados por los Diggers- hicieran ese año una ceremonia de "Entierro del Hippie" en el mismo barrio para sugerir el abandono de las ciudades y el traslado de las comunidades hacia ámbitos rurales donde vivir de una manera natural y apartada de la sociedad de consumo.
No obstante, el efervescente momento cultural representado por el Verano del Amor estaba lejos de apagarse. Vendrían nuevos festivales de música, otros discos destinados a marcar hitos y la época de las peregrinaciones de largo aliento hacia Katmandú y otros lugares de oriente. Pero el momento de eclosión del hippismo ya había quedado, en cierto modo, definitivamente atrás y sus principales símbolos y postulados terminaron asimilados por su peor enemigo: la sociedad de consumo, que los convirtió en productos.
El Legado
El 40º aniversario del Verano del Amor instaló una pregunta casi obligada ¿Qué quedó de aquellos postulados hippies, qué de aquella contracultura que nació con un ímpetu arrasador y siguió su derrotero entre la claudicación, el anonimato y la tragedia?
Las opiniones son divergentes. Para los editores de la revista Rolling Stone, vocera de la contracultura y que también cumple por estos días cuarenta años, "los valores de aquella época no sólo sobrevivieron; en muchos sentidos son los predominantes de nuestros tiempos".
En la misma sintonía, uno de los integrantes de la comuna hippie de los Diggers de Haight Ashbury, consideró en recientes declaraciones al diario San Francisco Chronicle que "los objetivos políticos del movimiento fallaron, pero no así los culturales. No terminamos con el capitalismo ni con el imperialismo, pero los objetivos culturales, todos funcionaron".
¿Cuáles son los principales ecos que el hippismo imprimió en la cultura? Pipo Lernoud ensaya una lista donde está presente el yoga y todas las disciplinas orientales adoptadas por la cultura occidental. Desde la meditación hasta el karate. También el ideal de una alimentación natural, de la "vuelta a la tierra" y a los valores ecológicos. Y una forma más abierta y libre de vivir la sexualidad'. Así como también, una mayor apertura para vivir las diferencias raciales.
Pero son elementos aislados, desvinculados del contexto que los hacía parte del movimiento hippie.
Las formas de organización hippie, aisladas de la sociedad de consumo, en la mayoría de los casos fracasaron, dice Lernoud, quien relata el caso de comunas estadounidenses que todavía viven de acuerdo a los postulados hippies, como The Farm, donde las decisiones son comunitarias, pero cada integrante del colectivo domina sobre su casa y mantiene distintos grados de intercambio con las ciudades.
Lo indiscutible, es el legado musical del movimiento, que mantiene plena vigencia. Y no sólo en los álbumes y artistas que marcaron una época y desde la siguen siendo referencia de las nuevas generaciones de músicos. También hay quienes creen ver reminiscencias psicodélicas en la música e iluminación de las actuales discotecas, herencia hippie en la forma de organizarse en "tribus" de los seguidores de las actuales bandas barriales y algo del espíritu festivalero del "Flower Power" en las grades raves que reúnen a miles de jóvenes, actualmente, en cualquier gran ciudad del mundo.
"Los valores de aquella época no sólo sobrevivieron; en muchos sentidos son los predominantes de nuestros tiempos", de la editorial por el 40º aniversario de la revista Rolling Stone, nacida en 1967.
"Sin el hippismo no tendríamos hoy incorporadas a nuestras vidas el yoga y otras disciplinas orientales; el ideal de la alimentación sana; de una mayor libertad sexual y una actitud crítica permanente hacia los políticos. Tampoco existirían entidades como Greenpeace, Amnesty International o Médicos sin Fronteras" Pipo Lernoud, uno de los primeros hippies argentinos.
"Los objetivos políticos que nacieron en el Verano del Amor fallaron, pero no los culturales" Peter Coyote, integrante de la comuna hippie de los Diggers, en Haight Ashbury.
"El hippismo fue un movimiento más cultural que político, porque cuestionó las mismas bases de la vida moderna estadounidense",
David Getz de Big Brother and The Holding Company.
"Había un manantial de energía alrededor. Las ideas llegaban rápido y eran poderosas; toda clase de ideas, artísticas, políticas, musicales",
de Paul Mc Cartney a Rolling Stone.
"Más que un psicodélico país de las maravillas, la zona de Haight Ashbury era una barriada superpoblada y los hippies, chicos perdidos, drogados y desilusionados"
Marc Shapiro, biógrafo de George Harrison.
Náufragos: los hippies argentinos de La Perla del Once a los intentos de instalar comunas en El Bolsón
LOS HIPPIES EN ARGENTINA
Era tan difícil querer ser hippie en la Argentina de 1967 que el pelo largo se llevaba atado debajo de las camperas y las camisas floreadas (tan flower power) se disimulaban debajo de los sacos. La anécdota la cuenta a este diario Pipo Lernoud, uno de los primeros hippies argentinos junto a Miguel Abuelo, Moris y Tanguito. Claro que ellos, embarcados en la idea de construir un hippismo de cuño nacional, adaptado a una realidad argentina tan distinta a la de las sociedades opulentas donde el hippismo nacía, preferían no llamarse hippies. Y se llamaron a sí mismos náufragos. De allí el popular verso del himno fundacional del rock nacional, La Blasa. Ese que dice "con mi balsa yo me iré a naufragar".
Los primeros hippies argentinos se reunían en La Cueva -el bar fundado por Sandro-, La Perla del Once -también famoso porque en su baño se compuso La Balsa- y en Plaza Francia. Y su existencia fue casi desconocida hasta que en 1967 se publicó el simple de Los Gatos que contiene los temas Ayer Nomás y La Balsa.
Con todo, aún así nunca hubo "un desarrollo del hippismo como movimiento en la Argentina", dice Lernoud, quien apunta que "nuestra existencia como hippies fue casi testimonial. Teníamos contacto con otros como Caetano Veloso y Gilberto Gil que mantenían una postura parecida en Brasil, pero mientras nosotros nos reuníamos en Plaza Francia, en Estados Unidos los Diggers tenían suficiente estructura como para montar una clínica gratuita para asistir a los hippies que estaban en la calle".
Más tarde llegó la hora de las comunidades rurales, pero según Lernoud, que hizo varios intentos de vida apartada, ninguna de esas comunidades funcionaron.
"Ya el matrimonio es un serio problema para la convivencia. Hay que imaginarse lo que es una comunidad", sugiere el periodista y escritor a quien Miguel Abuelo le compuso el tema "Pipo La Serpiente".
En su libro "Chau, loco", donde relata historias del hippismo en la argentina, el músico Miguel Cantilo cuenta una de las primeras experiencias de comunidades hippies radicadas en la localidad de El Bolsón, en Río Negro. En este caso, la de una comuna radicada a orillas del río Quemquemtreu.
"Eran no más de cinco desgreñados mochileros en estado sedentario disfrutando del sol de enero (...). Ocupaban una cabaña precaria cuyo alquiler adeudaban desde varios meses atrás y en cuyos alrededores ensayaban tímidos ensayos agrícolas sin agua corriente ni energía eléctrica. Se los veía muy bronceados, semidesnudos y alegres, aunque daban la sensación de estar esperando que algo sucediera y quebrara aquella apabullante paz patagónica".
Según el testimonio de Cantilo, los integrantes de esa colonia eran actores que habían participado en el musical Hair en Buenos Aires, artesanos y "buscadores de libertad".
Independientemente del progreso de esa colonia, la impronta hippie quedó en el Bolsón, admiten sus pobladores. En 1982, una ordenanza municipal declaró al lugar "Zona no Nuclear" y "A favor de la Vida". Y se lo nombró como Primer Municipio Ecológico de Latinoamérica.
Es que, como dice Lernoud, el hippismo fue una etapa que se superó, aún para la mayoría de los "náufragos" pero muchos de cuyos ideales quedan. Aún en su vida cotidiana, admite el escritor, que es además dirigente de la Federación Internacional del Movimiento de Agricultura Orgánica y que asegura que para él la alimentación sana es una prioridad, que trata de evitar la medicina alopática y que todas sus hijas nacieron por parto natural.
La cofradía de la flor solar. El hippismo llegó hace rato
En un mar mundial de revoluciones culturales y artísticas marcadas por el rechazo a la violencia de la guerra de Vietnam y por las influencias de la generación Beat, la segunda mitad de los sesenta marcó a un grupo de jóvenes platenses que decidieron avocarse a una vida comunitaria, inspirada en los movimientos pacifistas norteamericanos y marcada por las producciones artísticas, germen entre otras expresiones, de la banda musical “Los Redonditos de Ricota”
La Cofradía de la Flor Solar surge en el verano de 1967, cuando el golpe del General Juan Carlos Onganía desarrolló la cruenta “noche de los bastones largos” e impuso la intervención de las universidades nacionales, a la que siguió el éxodo obligado de cientos de profesores: “Ahí fue cuando nos fuimos de Bellas Artes con un proyecto de hacer una escuela paralela a la intervenida Escuela Superior, con todos los profesores que habían echado por el Golpe. Hasta formamos un comedor universitario... Ese fue el origen de la Cofradía”, reitera en cada entrevista periodística Ricardo, “Mono” Cohen, más conocido como Rocambole, quien fuera miembro del grupo.
Es en ese momento en el que estos jóvenes artistas, fuertemente influenciados por el movimiento hippie que se venía dando en Estados Unidos, deciden instalarse en una casona en las afueras de la Ciudad y conformar una comunidad, en la que compartían no solo la convivencia, sino innumerables producciones artísticas y artesanales, un novedoso proyecto musical, que devino en el primer experimento argentino de esas características, totalmente trasgresor para la época.
Para los cofrades, -entre quienes podía encontrarse además de Rocambole, a los hermanos Beilinson, Kubero Díaz y Miguel Cantilo, entre otros- uno de los personajes clave en la formación de aquel proyecto cultural, fue Manuel López Blanco, un profesor de Bellas Artes que había sido echado por los militares en el año 1966 y cuyas enseñanzas inspiraron la creación de la mítica comunidad. “Manolo tenía una cátedra de Filosofía y Estética que era muy abierta, muy de desatornillar cabezas y destapar cráneos. Era una cátedra fundamentalmente marxista”, indicó Rocambole, quien además explicó que “en la época del golpe de Onganía es echado de la facultad y nosotros, como centro de estudiantes en el exilio, lo llamamos para que diera cátedras paralelas a la universidad, al aire libre. Influyó en la mentalidad de elaborar una comuna. Eran instancias que nos planteó él”.
Según detalla Pujol, los cofrades vivían de sus artesanías y de las encomiendas con alimentos que los chicos del interior recibían regularmente de sus familiares. En este ámbito, las parejas no practicaban el amor libre como muchas veces se pensaba; se compartían lecturas, música y habían montado un taller de serigrafía donde hacían afiches para las compañías de teatro independiente de La Plata.
De chicos raros a transgresores
En los comienzos de esta experiencia comunitaria, hasta principio de los años 70 “estaba todo bien, porque la gente todavía no se había difundido en el imaginario el hecho del hippie drogadicto. Éramos sólo gente rara”, señaló Rocambole en una entrevista a la revista La Mano.
Sin embargo, pronto vino la represión y el aspecto hippie, acompañado solo de unas pocas prácticas vinculadas con ese estilo de vida se fueron convirtiendo en el modelo a perseguir por las Fuerzas de Seguridad. “Lo que sin duda les dio cierta coherencia interna a los hippies argentinos, determinándolos como un colectivo con personalidad propia fue la represión policial”, apuntó Pujol.
En este contexto de violencia y transformaciones es en el que finaliza la Cofradía. En el verano de 1972, todos se trasladaron hacia Mar del Plata, “la Cofradía viajaba así: iban los equipos y todas las cosas en una pequeña camioneta, y todo el resto iba a dedo”, comenta Rocambole. Según su relato, en esa época estaba en la localidad balnearia un comisario al que le decían "Lobo" y un día hubo una denuncia de vecinos y cayeron patrulleros al lugar donde estaban parando. “No encontraron droga. Y el Lobo dijo: ‘Yo no voy a movilizar cinco patrulleros para nada’ y enseguida hizo aparecer droga. Nos llevaron todos a un centro de detención ilegal y todos estuvimos 5 días desaparecidos, incluso mujeres y hasta un bebé. Salimos porque hubo unos familiares y movilizaron abogados. Nos salvamos, pero descubrimos que en La Plata había habido un operativo similar y se llevaron todos los instrumentos y rompieron todo el taller. Nos quedamos sin la estructura y hasta se negaron a seguir alquilándonos el lugar; así que decidimos desensillar hasta que aclare”, concluyó el artista.
Fuente: www.eldia.com.ar
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