Tatuaje responsable: la opinión de un Dermatólogo

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Es evidente, que el mundo del tatuaje, en los últimos años ha experimentado al menos en nuestro país, un cambio radical. La expansión de los estudios de tatuaje, la profesionalización de los tatuadores, la cada vez mayor aceptación social del tatuaje artístico como fenómeno de moda para unos y estilo de vida para otros, etc., han cambiado por completo la realidad de este fenómeno universal y tan antiguo como la humanidad.
Por otra parte, desde el punto de vista médico, se nos plantea un nuevo reto, ya que han aparecido nuevas patologías, derivadas no tan sólo de la masiva realización de tatuajes, sino también de las complicaciones que pueden surgir en el devenir del mismo, o las posibilidades de eliminarlo cuando por motivos muy diversos se desea quitárselo.
El tatuaje artístico ha pasado de ser una práctica marginal y minoritaria a un fenómeno de moda cada vez más arraigado y aceptado en nuestra sociedad. Por otra parte, va ganando adeptos el body art, una nueva concepción del arte en la piel, entendido como un estilo de vida, una forma de diferenciarse para miles de jóvenes en todo el mundo, que asocia a los tatuajes otras técnicas capaces de modificar el aspecto de nuestra piel como el piercing, el anillado, los implantes subdérmicos, las otoplastias, brandings, etc.
Los motivos y significado de los tatuajes han cambiado a lo largo de los tiempos, partiendo del carácter mágico-religioso que tuvieron inicialmente. Han sido distintivo étnico. También señal imperecedera de amor eterno tal como popularizó en el pasado siglo Conchita Piquer en su canción Tatuaje («mira mi brazo tatuado con este nombre de mujer...»). Más recientemente, como distintivo de tribus urbanas. O simple y llanamente, se realiza porque está de moda, imitando a famosos y conocidos del mundo del deporte o de la canción.
También, cada vez más, se recurre al tatuaje cosmético o micropigmentación, mediante el cual se consigue un maquillaje permanente de cejas despobladas o perfilado de ojos, labios o areolas mamarias. A diferencia del tatuaje artístico, suelen realizarse en centros de belleza.
El tatuaje se define como la introducción mediante agujas de pigmentos insolubles debajo de la piel (a nivel de la dermis), con el fin de conseguir inscripciones permanentes y figuras. En la actualidad son realizados por tatuadores profesionales mediante impulsos eléctricos capaces de producir de 2 a 3.000 pinchazos por minuto. Según el tipo de agujas y pigmentos utilizados, se puede lograr distinta definición de trazos, colorear o hacer fundidos de color y sombras.
Los pigmentos que se utilizan están sometidos a diversos controles y poseen un registro sanitario que garantiza ausencia de toxicidad, poseer escaso poder alergénico, ser estériles en origen, estar formados por partículas de tamaño superior a 6 micras para evitar ser digeridos por los macrófagos circulantes en la sangre y la consiguiente desaparición del tatuaje, etc. No obstante, en una muestra de 30 tintas analizadas por Timko y colab. mediante complejos análisis químicos, los componentes más habitualmente utilizados fueron el dióxido de titanio, el óxido de hierro, el dióxido de aluminio y el carbono.
Por otra parte, los componentes descritos en el envase no siempre coincidían con los realmente encontrados. La falta de un adecuado marco legal dificulta el conocimiento exacto de los componentes de los mismos, ocultos en demasiadas ocasiones bajo códigos numéricos indescifrables no sólo ya para el tatuador, sino también para los usuarios y médicos que pueden precisar el conocer la composición exacta del pigmento ante un eccema alérgico o una reacción anómala en el devenir del tatuaje. No cabe duda que llegará el día en que todo usuario recibirá, tras practicarse un tatuaje, una ficha en donde el tatuador anote las características de la tinta utilizada: marca, número de lote, etc. Sólo así, los médicos podremos dar respuesta a los problemas que en ocasiones surgen y a los que no tenemos respuesta en demasiadas ocasiones.
Actualmente, las complicaciones derivadas de la práctica de tatuajes en nuestro país son excepcionales. La expansión de los estudios de tatuaje y profesionalización de los tatuadores ha reducido drásticamente las infecciones. El tatuaje realizado por aficionados que poseían escasos conocimientos técnicos y sanitarios ya es historia. Todo ello permite hablar de una más que razonable seguridad frente a la transmisión de enfermedades infecciosas derivadas de la realización de los tatuajes.
Por otra parte, la incidencia de alergias frente a tintas y pigmentos son poco frecuentes, especialmente si se utiliza el color negro formado a partir del carbono. Los tatuajes coloreados de rojo, amarillo, verde, blanco, etc. encierran un mayor peligro de alergia, a la vez que algunos de ellos, complican enormemente las posibilidades de éxito si queremos eliminarlos en un futuro. El color rojo, sin lugar a dudas, es el color que con mayor frecuencia provoca reacciones extrañas, de difícil explicación y siempre imprevisibles.


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