Ciencia y Mística

Pensamiento científico y pensamiento místico

La conciencia es universal

La física cuántica establece que son necesarios los observadores para que el mundo exista, los ojos para que exista luz, los oídos para que exista el sonido. Ha descubierto que la conciencia no es una facultad exclusiva de los humanos, sino que una vida interior común es compartida por todos los seres del universo, como ha reflejado la creación literaria de todas las épocas.



Por E. Martínez de la Fe.

Saint Exupery describe así el encuentro de la conciencia humana con la conciencia vegetal: El principito atravesó el desierto y no encontró más que una flor. Una flor de tres pétalos, una flor insignificante... Buenos días, dijo el principito. Buenos días, respondió la flor. ¿Dónde están los hombres?, preguntó cortésmente el principito. La flor había visto pasar un día una caravana. ¿Los hombres? Creo que no existen más que unos seis o siete. Los vi hace años; pero no se sabe nunca dónde encontrarlos. El viento se los lleva, pues no tienen raíces. Y no tenerlas les causa amargura.
Saint Exupery unifica así dos reinos en un relato que disipa el espejismo de un universo fracturado en realidades separadas: la conciencia humana por un lado, el mundo objetivo por el otro. En realidad, una vida interior común es compartida por todos los seres del universo. Cuando la física así nos lo explica, tomamos conciencia de lo que es la conciencia: un fenómeno universal que, lejos de ser exclusivo del hombre, emerge en todos los rincones del espacio.
El imaginario gato de Schrödinger es un ejemplo elocuente de la universalidad de la conciencia. Se pasa el día en una caja y repite sin cesar el experimento que desvela su paradoja: expuesto a una radiación aleatoria, vive o muere según la voluntad de la persona que abre la caja. Mientras la caja esté cerrada se puede decir que el gato está vivo y muerto al mismo tiempo: el desenlace depende de la observación.
Schmidt lleva más lejos el experimento de Schrödinger. Descubre que el gato no es ajeno a la conciencia que influye en los acontecimientos. Cambia la caja de Schrödinger por un refrigerador en el que hay una lámpara que se enciende al azar y puede calentar el recinto. Cuando introduce al gato, observa que la lámpara interior se enciende con más frecuencia y calienta el recinto: Schmidt concluye que el gato influye y salva así la vida. La conciencia psíquica del gato altera la realidad tanto como lo hace la conciencia del observador humano cuando decide su suerte en la caja de Schrödinger.

La materia es una imagen

Después de jugar con su imaginario gato, Schrödinger llega a la conclusión de que la materia es una imagen en el interior de nuestro espíritu. Afirma que las ondas luminosas no existen en realidad, sino que son ondas de conocimiento: los fotones, considerados partículas de luz, son en sí mismos luminosos. Impresionan la retina de los seres vivos y provocan reacciones fotoquímicas.
Los influjos nerviosos se propagan a través del nervio óptico hasta la zona del córtex que corresponde a la función visual. La información es analizada y comparada con la memoria y otras facultades psíquicas del observador. Así se construyen las imágenes mentales de luz y color, de lo que llamamos realidad.
La luz no es por tanto un fenómeno físico independiente del observador, pues las experiencias que miden la luz engloban el acto del conocimiento. Es imposible demostrar que fuera del hombre existan los estados físicos: el gato es un capricho de Schrödinger y de Schmidt. El hombre es un capricho del gato. Gatos y hombres tienen un mismo origen: sus conciencias se estructuran a partir de las remotas partículas elementales conocidas como bosones (fotones, gluones o gravitones).
Es el encuentro de esas partículas elementales que se asocian entre sí, lo que desencadena la Creación de la Realidad. Conciencia-materia, onda-partícula, cuerpo-mente, pensamiento-acción, es la dualidad que se mantiene a lo largo del desarrollo de la complejidad, desde los primeros momentos del Universo hasta el descubrimiento humano del espejismo que constituye la realidad fracturada en minerales, vegetales o animales, entre seres vivos e inanimados, conscientes o inconscientes. Por eso son necesarios los observadores para que el mundo exista, los ojos para que exista la luz, los oídos para que exista el sonido.
Prigogine establece que el incremento de la complejidad es la clave de la evolución. El desarrollo y la expansión de la conciencia es lo que explica la existencia humana. El vacío cuántico es el mar de potencialidades que constituye el sustrato de todo lo que existe. Contiene todas las posibilidades, que sólo se concretan a través de las fluctuaciones que se desarrollan en su interior. Estas fluctuaciones son los estímulos que desencadenan el nacimiento de las partículas elementales y sus reacciones creativas, así como los pensamientos.

Ruptura original

El proceso implica la dispersión, la ruptura de la conciencia básica, el desequilibrio. Es lo que las religiones llaman el Pecado Original, la pérdida del Paraíso, de la Comunión total. Los físicos le llaman la reducción del paquete de ondas de probabilidad.
Los vientos del Silencio despiertan al ser dormido, lo agitan y lo despliegan, dice al respecto David Bohm refiriéndose a la agitación primigenia del vacío cuántico que desencadena la creación de los universos. Es así como se inicia la evolución, que tiende a recuperar la coherencia original en un estado de mayor complejidad.
El hombre con sus gatos, aves y plantas, es un instante de ese proceso. Al convertirse en consciente de sí mismo, el hombre descubre que no es más que evolución, escribe Teilhard de Chardin. El hombre tiene el impulso de la coherencia que le lleva primero a organizarse como vida compleja, luego como especie, a continuación como individuo, más tarde como cultura. ¿Cual es el siguiente paso?
Puede que un diálogo integrador con el vacío cuántico, ese mar de fluctuaciones que es el origen de todo y que ha atraído primero a los místicos y luego a los físicos de todas las épocas. Hoy ese vacío cuántico que trasciende el tiempo y el espacio está a un paso de la ciencia y de la conciencia humanas. ¿Acaso esta constatación no constituye un cambio en la evolución humana?
Sin embargo, hasta que la ciencia no descubra más elementos de la Verdad que habita en las profundidades, como la define Schiller, y la conciencia humana perciba con más claridad su situación en el esquema general de la realidad, el viento se lleva a los hombres porque no tienen raíces, como decía la flor del principito.

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