Combatir la tecnocracia - Pierre Bourdieu

Combatir la tecnocracia *
Pierre Bourdieu

Estoy aquí para expresar nuestro apoyo a todos aquellos que luchan, desde hace tres semanas, contra la destrucción de una civilización asociada a la existencia del servicio público: civilización de la igualdad republicana de los derechos a la educación, a la salud, a la cultura, o a la investigación, el arte y, por encima de todo, al trabajo. Estoy aquí para decir que comprendemos este movimiento profundo, es decir, la desesperanza y las esperanzas que allí se expresan y que también nosotros experimentamos; para decir que no comprendemos (o que comprendemos muy bien) a estos que no lo cpmprenden, como a este filósofo que, en el Journal Du Dimanche del día 10 de diciembre, descubre con estupefacción ¨el abismo entre la comprensión racional del mundo¨, encargada según él por el primer ministro Alain Jupé, asi lo dice textualmente, ¨y el deseo profundo de la gente¨.
Esta oposición entre la visión del largo plazo de la ¨elite¨ esclarecida y las pulsiones de corto plazo del pueblo o de sus representantes, es típica del pensamiento reaccionario de todos los tiempos y de todos los países, pero adquiere hoy una forma nueva con la nobleza de Estado, que fundamenta la convicción de su legitimidad en el título escolar y en la autoridad de la ciencia, principalmente económica. Para estos nuevos gobernantes de derecho divino, no solamente la razón y la modernidad sino también el movimiento y el cambio están del lado de los gobernantes, de los ministros, de los patrones o de los ¨experetos¨. La sinrazón y el arcaísmo, la inercia y el conservadurismo, del lado del pueblo, de los sindicatos y de los intelectuales críticos.
Así piensan los tecnócratas y así entienden la democracia. Comprendemos que ellos no comprendan que el pueblo, en nombre del cual pretenden gobernar, descienda por las calles - ¡Colmo de la ingratitud!- para oponérseles.
Esta nobleza de Estado, que predica la desparación del Estado y el reino sin reserva del mercado consumidor, sustituto comercial del ciudadano, se ha apropiado del Estado, ha hecho del bien público un bién privado, de la cosa pública, de la República, su propia cosa.
Lo que hoy está en juego es la reconquista de la democracia contra la tecnocracia: hay que acabar con la tiranía de los ¨expertos¨ al estilo del Banco Mundial o del FMI, que imponen sin discución los veredictos del nuevo Leviatán, ¨los mercados financieros¨, y que no pretenden negociar sino ¨explicar¨. Hay que romper con esa nueva fe en la inexorabilidad histórica que profesan los teóricos del liberalismo. Hay que levantar nuevas formas de un trabajo político colectivo, capaz de constatar las necesidades, principalmente económicas (lo que puede ser tarea de expertos) pero para combatirlos y, si es del caso, para neutralizarlos.
La crisis de hoy es una oportunidad histórica para todos los que, cada día más numerosos, en Europa y en otras partes del mundo, rechazan esa nueva alternativa: liberalismo o barbarie. Trabajadores ferroviarios, empleados de correo, maestros, funcionarios de los servicios públicos, estudiantes y tantos otros, activa o pasivamente comprometidos en este movimiento, han planteado con sus manifestaciones, con sus declaraciones, con las innumerables reflexiones que han provocado y que las tapaderas de los medios han querido en vano asfixiar, problemas fundamentales, demasiado importantes para dejarlos a los tecnócratas, tan autosuficientes como insuficientes.
En el trabajo de reinvención de los servicios públicos, los intelectuales, escritores, artisitas, científicos, etc., tienen un papel importante que jugar. Primeramente, pueden contribuir a quebrar el monopolio de la ortodoxia tecnocrática sobre los medios de difusión. Pero pueden también comprometerse, de manera organizada y permanente, y no solamente en los encuentros ocacionales de una coyuntura de crisis, al lado de aquellos que están en condiciones de orintar eficazmente el futuro de la sociedad -asociaciones y sindicatos principalmente- y trabajar en la elaboración de análisis rigurosos y de proposiciones inventivas sobre las grandes cuestiones que la ortodoxia mediatico-política impide plantear.

*Discurso pronunciado en Lyon, ante los trabajadores en huelga el 12 de diciembre de 1995. Traducción de O. Fernandez. Publicado en la revista Tres Puntos el 31 de enero del 2002.

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