Esta pagina contiene 2 artículos, el primero es introductorio, el segundo desarrolla más a fondo la vinculación entre el público de los Grateful Dead -su ingeniero de sonido- y el cyberpunk. La diferencia entre Grateful Dead y otras bandas es su relación con su público [...] Grateful Dead no eran sólo los músicos, también el público era Grateful Dead afirma Dennis McNally, autor de A long strange trip: the inside history of The Grateful Dead.
Grateful Dead & el cyber espacio
Fragmento del texto "Como una enredadera y no como un árbol" de Fernando Vicente - publicado en cyberpunk.com
Grateful Dead nace en 1965 de la mano de Jerry García, quien ya había participado en proyectos musicales como Mother McCree's Up town Jug Champions y The Warlocks. García tomó el nombre del libro de los muertos, un conjunto de textos relativos a la vida después de la muerte que se introducía en el interior de los sarcófagos egipcios, en el que aparece la frase In the land of the night the Ship of the Sun is draw by the Grateful Dead. Los Grateful Dead fueron precursores de las actuales raves con sus famosas Acid Test, grandes concentraciones de personas que acudían a ver un espectáculo no sólo musical, sino de luces, colorido y otros efectos visuales que se solían acompañar con ácido lisérgico (LSD) produciendo unos viajes psiconáuticos que todavía recuerdan quienes vivieron esas fiestas.
Pero no era el ácido el principal punto de unión: los conciertos eran constantes y la capacidad del grupo para generar ambientes, para transmitir un estilo de vida, dio pie a la aparición de los Deadheads, nombre de sus fans y sinónimo de la contracultura californiana. El grupo sabía mimarlos creando canciones improvisadas en sus conciertos, algunas de estas canciones duraban más de 30 minutos. En 1974, crearon la revista Dead Relix, posteriormente pasó a llamarse Relix, cuya principal misión era poner en contacto a los Deadheads para que intercambiasen cintas de actuaciones. Los Grateful Dead siempre pensaron que su música era libre y podía ser libremente intercambiada por sus seguidores. Esta defensa de la libertad del conocimiento dio lugar a la creación de la fundación Rex. Era, de alguna manera, el primer P2P musical. Analógico y casero, pero abría un cambio cultural importante: la música comenzaba a organizarse también como una enredadera. Pero los Grateful Dead, no sólo serán precusores de las redes de intercambio e, incluso de las raves. Las primeras comunidades virtuales, organizadas sobre BBSs, serán terreno deadhead. Entre ellas la más famosa de todas: The Well.
Sin embargo no sería hasta 1990 cuando la cultura deadhead daría su fruto más duradero. John Perry Barlow, letrista de Grateful Dead desde 1970, fundaba la Electronic Frontier Foundation (la Fundación Fronteras Electrónicas), la EFF, la primera organización de derechos civiles en el ciberespacio. La primera organización política de la enredadera electrónica
DeadHeads y Cyberpunk
El nacimiento de la EFF - Bruce Sterling, 1994
En junio de 1989, Apple Computer, Inc., de Cupertino, California, tenía problemas. Alguien había copiado de forma ilícita un pequeño fragmento de software propiedad de Apple, software que controlaba un chip interno que dirigía la presentación de imágenes en la pantalla. Este código fuente de Color QuickDraw era una pieza celosamente guardada de la propiedad intelectual de Apple. Se suponía que sólo personas de confianza internas de Apple podían poseerlo.
Pero la liga NuPrometheus quería que las cosas fueran diferentes. esta persona -o personas- hizo diversas copias ilícitas del código fuente, quizás hasta un par de docenas. Él -o élla, o éllos, o éllas- puso esos disquetes ilícitos en sobres y los mandó por correo a gente de toda América: gente de la industria de las computadoras que estaban asociadas con, pero que no eran empleados directos de Apple Computer.
La operación de NuPrometheus era un crimen de estilo hacker muy complejo y con una alta carga ideológica. Recordemos que Prometeo robó el fuego de los Dioses y dio este poderoso regalo a la humanidad. Una actitud divina similar, estaba de fondo entre la élite corporativa de Apple Computer, mientras que NuPrometheus tomaba el rol de semidiós rebelde. Las copias ilícitas de estos datos se regalaron.
Quienquiera que fuera el Nuevo Prometeo, escapó al destino del Dios clásico Prometeo, que fue encadenado a una roca durante siglos por los vengativos dioses, mientras que un águila le arrancaba y devoraba su hígado. Por otro lado, NuPrometheus estaba en una escala mucho más baja que su modelo. El pequeño fragmento de código de Color Quickdraw que había sustraído y replicado era más o menos inútil para los rivales industriales de Apple -y, de hecho, para cualquier otra persona-. En lugar de dar el fuego a la humanidad, sería más bien como si NuPrometheus hubiera fotocopiado los esquemas de una parte del encendedor Bic. El acto no era una obra genuina de espionaje industrial. Más bien podría interpretarse como una bofetada, deliberada y simbólica, en la cara de la jerarquía corporativa de Apple.
Las luchas internas de Apple eran bien conocidas en la industria. Los fundadores de Apple, Jobs y Wozniak, hacía tiempo que se habían ido. Su núcleo de trabajadores había sido un grupo de californianos de los años 60, y ahora estaban muy poco felices con el régimen de estilo multimillonario actual de Apple. Muchos de los programadores y desarrolladores que habían inventado el modelo Macintosh a principios de los años 80 también habían abandonado la compañía. Eran ellos, y no los actuales amos del destino corporativo de Apple, los que habían inventado el código robado de Color Quickdraw. El golpe de NuPrometheus estaba bien calculado para herir moralmente a la compañía.
Apple llamó al FBI. El grupo tomaba un gran interés en los casos de alto nivel de robo de propiedad intelectual, espionaje industrial y robo de secretos comerciales. Era la gente perfecta para llamarla, y el rumor es que las entidades responsables fueron descubiertas por el FBI y despedidas por la administración de Apple. NuPrometheus nunca fue acusado públicamente de un crimen, o juzgado, o encarcelado. Pero ya no hubo más envíos ilícitos de software interno de Macintosh. Finalmente se permitió que el doloroso evento de NuPrometheus se fuera apagando.
Mientras, un gran grupo de espectadores se encontró con el rol de entretener a invitados sorpresa del FBI.
Una de estas personas era John Perry Barlow. Barlow es un hombre de lo más inusual, difícil de describir en términos convencionales. Quizás sea más conocido como el letrista de los Grateful Dead, pues compuso las letras de Hell in a Bucket, Picasso Moon, Mexicali Blues, I Need a miracle y muchas otras. Había estado escribiendo para la banda desde 1970.
Antes de enfrentarnos a la vergonzosa cuestión de por qué un letrista de rock tendría que entrevistarse con el FBI por un asunto de crimen informático, tendríamos que decir un par de cosas sobre The Grateful Dead. The Grateful Dead seguramente es la más exitosa y duradera de las numerosas emanaciones culturales que han surgido del distrito de Haight-Ashbury de San Francisco, en los días gloriosos de la política del movimiento y la trascendencia lisérgica. The Grateful Dead es un nexo, un verdadero torbellino de furgonetas psicodélicas, camisetas teñidas, pana del color de la tierra, bailes histéricos y uso de drogas, abierto y desvergonzado. Los símbolos y las realidades del poder de los colgados de California, rodean a The Grateful Dead como el macramé.
The Grateful Dead y los miles de seguidores conocidos como Deadheads son bohemios radiales. Esto es algo que todo el mundo sabe. Saber lo que implica en los años 90 ya es más problemático.
The Grateful Dead están entre los más famosos, populares y ricos del mundo de la farándula: el número veinte, según la revista Forbes, exactamente entre M.C. Hammer y Sean Connery. En 1990, este grupo de proscritos disolutos había ganado diecisiete millones de dólares. Habían estado ganando sumas así desde hacía bastante tiempo.
Y aunque los Dead no son banqueros especializados en inversión o especialistas en impuestos con vestidos de tres piezas -de hecho, son músicos hippies- su dinero no se malgasta en excesos bohemios. Los Dead han estado activos durante mucho tiempo, ofreciendo fondos para actividades valiosas en su extensa y extendida geográficamente comunidad cultural.
The Grateful Dead no son músicos convencionales del establishment norteamericano. Sin embargo son una fuerza a tener en cuenta. Tienen mucho dinero y muchos amigos en muchos sitios, tanto los obvios como los nada obvios.
Los Dead pueden ser conocidos por su retórica ecologista de volver a la tierra, pero ello no los convierte ni mucho menos en luditas tecnológicos. Por el contrario, como la mayoría de músicos de rock, The Grateful Dead han pasado todas sus vidas adultas en compañía de complejos equipos electrónicos. Tienen dinero, para quemar en cualquier equipo o juguete sofisticado que les haga gracia. Y su gracia abarca mucho.
La comunidad de los Deadhead implica un gran número de ingenieros de sonido, expertos en luces, genios del video-clip y técnicos electrónicos de todo tipo. Y la cosa también funciona al revés. Steve Wozniak, co-fundador de Apple, solía ir a festivales de rock. A Silicon Valley le mola el rock.
Pero estamos en los años 90, y no en los años 60. Hoy, para un asombroso número de personas en toda América, la supuesta línea entre bohemios y técnicos ya no existe. Este tipo de gente tienen campanillas en la puerta y un perro, y se ponen un pañuelo alrededor del cuello, pero también es fácil que tengan un Macintosh con multimegabytes que ejecuta software para sintetizadores MIDI con simulaciones fractales triposas. En estos días, hasta Timothy Leary, profeta del LSD, ofrece demos de gráficos generados por computadora para realidad virtual en sus giras de conferencias.
John Perry Barlow no es un miembro de The Grateful Dead. Sin embargo, es un Deadhead con rango.
Barlow se describe a sí mismo como techno-crank. Un término vago como el de activista social tampoco le iría mal. Pero la mejor forma de describir a Barlow es como Poeta, sobre todo si uno tienen en mente la arcaica definición de Percy Shelley de poeta como legisladores no admitidos del mundo. Barlow una vez estuvo a punto de conseguir el status de legislador admitido. En 1987 perdió por poco, la nominación para sentarse en el Senado del estado de Wyoming, por el partido republicano.
Barlow nació en Wyoming, la escisión de tercera generación de una familia de rancheros de ganado. Actualmente ha entrado en la década de los cuarenta, está casado y es el padre de tres niñas.
A Barlow no le preocupan las nociones estrechas que tienen otras personas acerca de la consistencia. A finales de los años 80, este letrista de rock republicano y ranchero de ganado vendió su rancho y se convirtió en un devoto de las comunicaciones mediante computadora.
El espíritu libre de Barlow realizó esta transición con facilidad. Realmente le gustaban las computadoras. Con un bip de su módem, saltaba de la provinciana Pinedale, en Wyoming, al contacto electrónico con una multitud activa de sofisticados, brillantes e inventivos usuarios de tecnología. Barlow encontró el caldo de cultivo social del atractivo computacional: sus senderos de alta velocidad, su retórica de cielos azules, su apertura de miras. Barlow empezó a bucear en el periodismo informático, con un éxito remarcable, pues era un estudiante rápido, sagaz y elocuente. Viajaba a menudo a San Francisco para entrar en red con sus amigos Deadhead. Allí Barlow realizó amplios contactos con la comunidad de informáticos de California, incluyendo amistades entre los espíritus más libres de Apple.
En mayo de 1990, Barlow recibió la visita de un agente local del FBI de Wyoming. El caso de NuPrometheus había alcanzado Wyoming.
Barlow estaba preocupado por encontrarse él mismo bajo sospecha, en un área suya de interés, que una vez estuvo libre de la atención federal. Tuvo que esforzarse mucho para explicar la verdadera naturaleza del crimen informático a un perplejo hombre local del FBI, que estaba especializado en robos de ganado. Barlow, charlando cooperativamente y demostrando las maravillas de su módem a un sorprendido federal, se alarmó al descubrir que todos los hackers estaban en general bajo sospecha en el FBI, por considerarlos una mala influencia en la comunidad electrónica. El FBI, buscando al hacker llamado NuPrometheus estaba buscando a los asistentes de un grupo sospechoso llamado The Hackers Conference -la conferencia de Hackers.
The Hackers Conference, que había empezado en 1984, era un encuentro anual con sede en California de pioneros y entusiastas en lo digital. Los hackers de The Hackers Conference tenían poco o nada que ver con los hackers del underground digital. Por el contrario, los hackers de esta conferencia eran en su mayoría expertos ejecutivos californianos de la alta tecnología, consultores, periodistas y empresarios. -Este grupo de hackers, eran el tipo exacto de hackers que más fácilmente reaccionarían con furia militante, ante cualquier degradación criminal del término hacker.
Barlow, aunque no fue arrestado ni acusado de un crimen, y aunque su computadora no había salido por la puerta, estaba muy preocupado por esta anomalía. Hizo correr la voz en the Well. Al igual que The Hackers Conference, the Well era una emanación de la Point Foundation. Point Foundation, la inspiración de un californiano radical de los años 60 llamado Stewart Brand, iba a ser una de las plataformas principales de lanzamiento, del esfuerzo de los libertarios civiles.
Los esfuerzos culturales de la Point Foundation, como los de sus colegas de la Bahía, los californianos de The Grateful Dead, eran variados y múltiples. La consistencia ideológica rígida nunca había sido el fuerte del Whole Earth Catalog -El catálogo de toda la Tierra-. Esta publicación de Point había gozado de mucha fama durante el final de los años 60 y principios de los años 70, cuando ofrecía cientos de consejos prácticos -y no tan prácticos- de vida comunitaria, ecología y de volver-a-la-tierra. El Whole Earth Catalog y sus secuelas habían vendido dos millones y medio de copias y había ganado un National Book Award -Premio Nacional del Libro.
Con el lento colapso de la disidencia radical americana, el Whole Earth Catalog, se había desplazado a la esquina más modesta del radar cultural, pero en su encarnación como revista CoEvolution Quarterly, la Point Foundation seguía ofreciendo un potpourri de acceso a herramientas e ideas.
CoEvolution Quarterly, que empezó en 1975, nunca fue una revista muy popular. A pesar de erupciones periódicas de fervor milenarista, CoEvolution Quarterly no había conseguido revolucionar la civilización occidental y cambiar lastrados siglos de historia con nuevos y brillantes paradigmas californianos. En su lugar, este brazo propagandístico de la Point Foundation había fundido la línea que existe entre la brillantez impresionante y la inconsistencia de la Nueva Era. CoEvolution Quarterly no llevaba ningún anuncio, costaba mucho y salía en papel barato con modestos gráficos en blanco y negro. Estaba mal distribuido y se repartía básicamente por subscripción y por el boca a boca.
Parecía que no podía ir más allá de los 30.000 subscriptores y, sin embargo, tampoco se reducía mucho más. Un año unos, un año otros, una década unos, una década otros, siempre había una extraña minoría demográfica que daba su apoyo a la revista. Los lectores entusiastas no parecían tener una política o ideales coherentes. A veces resultaba difícil entender qué los mantenía juntos -si es que los agrios debates que aparecían a menudo en la sección de cartas podría describirse como unidad.
Pero la revista no florecía, se iba marchitando. Entonces en 1984, el año del nacimiento de la computadora Macintosh, CoEvolution Quarterly alcanzó de repente los rápidos. Point Foundation había descubierto la revolución informática. Cuando salió el Whole Earth Software Catalog de 1984, despertó grandes dudas entre los perplejos fieles de las ropas teñidas y el rabioso entusiasmo entre los grupos ciberpunk, incluyendo a éste que os escribe. Point Foundation inició su Hackers Conference anual y empezó a interesarse por las nuevas posibilidades de la contracultura digital. CoEvolution Quarterly plegó su tipi, lo reemplazó por la Whole Earth Software Review y finalmente Whole Earth Review -la encarnación actual de la revista, bajo el control editorial en la actualidad, del mago de la realidad virtual Howard Rheingold.
1985 presenció el nacimiento de the Well The Whole Earth 'Lectronic Link -Enlace Electrónico de Toda la Tierra-. The Well era la BBS de la Point Foundation.
Según crecían las BBS, the Well era una anomalía desde el principio, y así siguió. Era local en San Francisco. Era enorme, con múltiples líneas de teléfono y enormes ficheros de comentarios. Su complejo software basado en UNIX, podría haber sido descrito de forma caritativa como opaco-al-usuario. Se ejecutaba en un mainframe de las oficinas llenas de gente, de la fundación cultural sin ánimo de lucro, de Sausalito. Y estaba abarrotado de fans de The Grateful Dead.
Aunque the Well estaba poblado por charlatana gente guay de la contracultura de la Bahía, no era de ninguna manera una BBS del underground digital. Los adolescentes no abundaban: la mayoría de los usuarios de the Well -conocidos como Wellbeings - era treinta y cuarentañeros de la generación del baby boom. Solían trabajar en la industria de la información: hardware, software, telecomunicaciones medios, entretenimiento. Bibliotecarios, académicos y periodistas eran especialmente comunes en the Well, atraídos por la distribución libre de la Point Foundation, de herramientas e ideas.
Barlow insistía en que el ciberespacio debería ser considerado como un mundo cualitativamente nuevo, como una frontera. Según Barlow, el mundo de las comunicaciones electrónicas, ahora visible gracias a la pantalla de la computadora, ya no podía ser considerada -de una forma útil- como un manojo de cables eléctricos high-tech. En vez de eso se había convertido en un lugar, el ciberespacio, que pedía un nuevo conjunto de metáforas, un nuevo conjunto de reglas y comportamientos.
No había ficheros sobre anarquía en the Well, apenas alguna pista sobre códigos de acceso o fraude con tarjeta de crédito. Nadie usaba seudónimos. Los viciosos de las flame-wars -guerras de insultos- eran controlados hasta que se comportaran de forma civilizada. Los debates eran a veces tensos, pero ningún Wellbeing afirmó nunca que un rival hubiera desconectado su teléfono, desordenado su casa, o enviado los números de sus tarjetas de crédito.
The Well crecía lentamente según avanzaban los años 80. Cobraba una cantidad modesta por acceso y almacenamiento, y perdió dinero durante años, pero no lo suficiente como para poner en peligro la Point Foundation, que después de todo, no tenía ánimo de lucro En 1990, the Well tenía cerca de cinco mil usuarios. Estos usuarios navegaban en un gigantesco ciberspacio-smorgasbord de conferencias, donde cada conferencia contenía una multitud de temas. Cada tema contenía a su vez docenas, a veces centenares de comentarios, en un debate multipersonal que podía durar meses o incluso años.
La lista de grupos en sí, ya resulta deslumbrante, mostrando ante el ojo no acostumbrado, una impresión mareante de un grupo de extraños fotógrafos digitales, escaladores de montañas hawaianas, intercambiando confesiones sinceras con tibetanos bisexuales, con los procesadores de texto.
Pero esta confusión es más aparente que real. Cada una de estas conferencias era un pequeño mundo ciberespacial en sí mismo, incluyendo decenas y quizás centenares de subtemas. Cada conferencia era frecuentada comúnmente por una comunidad bastante pequeña, y con ideas similares de quizás unas pocas docenas de personas. Resultaba humanamente imposible seguir el ritmo de the Well -especialmente si se tiene en cuenta, de que el acceso al servidor de the Well se pagaba por horas-. La mayoría de usuarios que dedicaban mucho tiempo, se contentaban con unos pocos subtemas favoritos, con un paseo ocasional a algún otro lado en busca de algo exótico. Pero noticias especialmente importantes y debates con un tema caliente, podían atraer la atención de toda la comunidad de the Well.
Como cualquier otra comunidad, the Well tenía sus famosos, y John Perry Barlow, el letrista de Grateful Dead con su lengua y módem de plata, estaba en una posición prominente entre ellos. Fue aquí, en the Well, donde Barlow envió su historia verídica de un encuentro sobre crimen informático con el FBI.
La historia, como podría esperarse, creó una gran agitación. The Well ya se había relacionado con las controversias sobre hackers. En diciembre de 1989, la revista Harper's había mantenido un debate en the Well acerca de la ética de la intrusión ilícita en computadoras. Aunque participaron más de cuarenta genios de las computadoras, Barlow demostró ser una de las estrellas del debate. También lo fueron Acid Phreak -el monstruo/experto en teléfonos del ácido- y Phiber Optik -fibra óptica-, dos jóvenes hacker-phreaks cuyas habilidades en introducirse en instalaciones de conmutación de telecomunicaciones, sólo eran superadas por su hambre de fama. La presencia de estos dos atrevidos fuera de la ley en los recintos de the Well, crearon una sensación similar a la de unos Panteras Negras en una fiesta/cóctel de los radicalmente chic.
Pero 1990 fue sobre todo el año de Phiber Optik. Era un devoto del círculo de 2600 y un incondicional del grupo de hackers de Nueva York Masters of Deception -Los Amos del Engaño. Phiber Optik era un espléndido ejemplar de intruso en computadoras en tanto que disidente convencido.
Con dieciocho años, Optik, un fracasado del instituto y reparador de computadoras a media jornada, era joven, inteligente y absolutamente obsesivo; un tipo digital bien vestido, bien hablado, que sólo aceptaba sus propias reglas. A finales de 1991, Phiber Optik había aparecido en Harper's, Esquire, The New York Times, en innumerables debates públicos y convenciones, incluso en un show de televisión presentado por Geraldo Rivera. Tratado con respeto por parte de Barlow y otros expertos de the Well, Phiber Optik se convirtió en una celebridad en the Well. Curiosamente, a pesar de su agresividad y de su obsesividad, Phiber Optik parecía despertar fuertes sentimientos de protección entre la gente que lo encontraba. Era un gran personaje para los periodistas, siempre listo para pavonearse y, aún mejor, para demostrar algún truco callejero digital. Había nacido como una querida de los medios.
Hasta la policía parecía reconocer que había algo peculiarmente extra-terrenal y no criminal en este particular busca-problemas. Era tan atrevido, tan flagrante, tan joven y tan claramente condenado, que incluso aquéllos que clarísimamente no aprobaban sus acciones, estaban ansiosos por su bienestar y empezaron a hablar sobre él, como si fuera un cachorro de foca en peligro de extinción.
El 24 de enero de 1990 -nueve días después de la caída de sistema del día de Martin Luther King- Phiber Optik, Acid Phreak y un tercer burlador de la ley llamado Scorpion fueron detenidos por el Servicio Secreto. Sus computadoras fueron confiscadas, además de la usual avalancha de papeles, cuadernos de notas, discos compactos, contestadores automáticos, walkmans de Sony, etc. Se acusó a Acid Phreak y a Phiber Optik de haber causado la caída.
Los molinos de la justicia muelen lentamente. Finalmente el caso cayó en manos de la policía del estado de Nueva York. Phiber había perdido su maquinaria en la detención, pero no hubo cargos en su contra hasta pasado un año. Sus prédicas fueron publicitadas de forma extensiva en the Well, donde causó mucho resentimiento ante las tácticas de la policía. Una cosa es oír que la policía ha detenido o cazado un hacker, otra cosa es ver a la policía atacar a alguien que conoces personalmente y que te ha explicado sus motivaciones con detalle. A través del debate en Harper's vía the Well, los Wellbeings tenían claro que Phiber Optik no iba a dañar nada. En sus días jóvenes, muchos Wellbeings habían probado el gas lacrimógeno en batallas callejeras con la policía. Estaban inclinados a la indulgencia ante actos de desobediencia civil.
Los Wellbeings también se sorprendieron, al descubrir la dureza draconiana de una típica operación policial anti-hackers. No les costó mucho esfuerzo imaginativo visualizarse sufriendo un tratamiento similar.
Ya en enero de 1990, los sentimientos en the Well habían empezado a agriarse, y la gente empezaba a gruñir que los hackers están siendo tratados de forma muy ruda por los poderes oficiales. El número resultante de Harper's planteó la cuestión, de si la intrusión en computadoras ajenas era realmente un crimen. Tal y como Barlow lo escribió después:
He empezado a preguntarme si los espeleólogos no serían considerados criminales desesperados en el caso de que ATT fuera la propietaria de las cuevas.
En febrero de 1991, más un año después de la incursión en su caso, Phiber Optik fue finalmente arrestado, y se le acusó de manipulación y entrada ilegal en computadoras en primer grado, delitos en el estado de Nueva York. También se le acusaba de robo de servicio, en un complejo engaño de llamada gratis a un número 900. Phiber Optik se declaró culpable del robo de servicio y se le sentenció a 35 horas de servicio comunitario.
Este pequeño acoso del insondable mundo de la gente correcta, parecía no preocupar casi nada a Optik. Separado de su computadora desde la detención de enero, se compró una computadora portátil, de forma que los policías no pudieran monitorizar el teléfono donde vivía con su madre, y continuó con sus depredaciones, a veces en directo por la radio o delante de las cámaras de televisión.
La Caza seguramente tuvo muy poco efecto en Phiber Optik para disuadirlo, pero el efecto en los Wellbeings fue profundo. Según transcurría 1990, se empezaron a cargar las hondas y los arcos. La detención de Knight Lightning, la de Steve Jackson, la operación a nivel nacional "Sundevil". La retórica del mantenimiento de la ley, había dejado claro que se estaba desarrollando una Caza de hackers.
Los hackers de la Hackers Conference, los Wellbeings y otros de su clase no les preocupaba una mala interpretación pública del término hacker. Después de todo, esta membrana de diferenciación de la sociedad recta, conseguía que la comunidad de las computadoras se sintiera diferente, más inteligente, mejor. Sin embargo, nunca se habían enfrentado con una campaña organizada de vilificación.
El papel central de Barlow en la contra-campaña, fue de las mayores anomalías de 1990. Los periodistas investigando la controversia, a menudo se tropezaban ante la verdad acerca de Barlow, pero normalmente se sacudían el polvo y seguían su carrera como si nada hubiera sucedido. Era increíble que un colgado de los años 60 de los Grateful Dead, se hubiera enfrentado abiertamente a una operación policial federal y que pareciera estar ganando.
Barlow no tenía una base de poder, fácilmente detectable para una batalla política de este tipo. No tenía credenciales formales, legales o técnicas. Barlow, sin embargo, era un hombre de red con una brillantez realmente estelar. Tenía el don del poeta, de crear frases concisas y coloristas. También tenía la finura del periodista, una gran astucia y una riqueza fenomenal en encanto personal.
El tipo de influencia que poseía Barlow es bastante común en los círculos literarios, artísticos o musicales. Un crítico con talento, puede tener una gran influencia artística, al ser capaz de definir el temple de la época, al acuñar frases pegadizas y los términos del debate, que se convertirán en moneda corriente durante el período. -Y da la casualidad de que Barlow era también un crítico de arte a media jornada, con una especial atracción por el arte de Frederic Remington.
Barlow fue el primer comentarista en adoptar el llamativo término extraído de la ciencia-ficción de William Gibson ciberespacio, como un sinónimo para el nexo actual entre computadoras y redes de telecomunicaciones. Barlow insistía en que el ciberespacio debería ser considerado como un mundo cualitativamente nuevo, como una frontera. Según Barlow, el mundo de las comunicaciones electrónicas, ahora visible gracias a la pantalla de la computadora, ya no podía ser considerada -de una forma útil- como un manojo de cables eléctricos de alta tecnología. En vez de eso se había convertido en un lugar, el ciberespacio, que pedía un nuevo conjunto de metáforas, un nuevo conjunto de reglas y comportamientos. El término, tal y como lo utilizaba Barlow, obtuvo una gran resonancia, y así este concepto de ciberespacio fue recogido por Time, Scientific American, policía informática, hackers e incluso eruditos sobre la Constitución. Parece que ciberespacio se va a convertir en un añadido permanente a nuestro lenguaje.
Barlow era muy sorprendente en persona: un ciudadano de Wyoming alto, de rostro nudoso, barbudo y con voz profunda, vestido con un extraño arreglo del far-west de tejanos, chaqueta, botas de vaquero, un pañuelo anudado al cuello y un pin siempre presente de The Grateful Dead.
Sin embargo, armado con un módem, Barlow estaba realmente en su elemento. Las jerarquías formales no eran el fuerte de Barlow; pocas veces perdía la oportunidad de despreciar a las grandes organizaciones y sus zánganos y su mentalidad rígida e institucional. Barlow tiraba más bien por la persuasión entre espíritus libres y no le impresionaban nada las corbatas o las coronas. Pero cuando se trata del mundillo digital, Barlow era un adhocrata del ciberespacio por excelencia.
No hay una poderosa armada de Barlow. Sólo hay un Barlow y se trata de un individuo bastante anómalo. Sin embargo, la situación parecía necesitar solamente un Barlow. De hecho, después de 1990, mucha gente debe haber concluido que un solo Barlow era incluso más de lo que habían pedido.
El quejumbroso mini-ensayo de Barlow acerca de su encuentro con el FBI, tuvo mucha resonancia en the Well. Un buen número de otros espíritus libres en los márgenes de Apple Computer se habían convertido también sospechosos, y eso les había gustado tan poco como a él.
Uno de ellos era Mitchell Kapor, el co-inventor del programa hoja de cálculo Lotus 1-2-3 y el fundador de Lotus Development Corporation. Kapor había conseguido borrar la indignidad, de que le tomaran las huellas dactilares en los cuarteles locales del FBI en Boston, pero el mensaje de Barlow hizo que Kapor viera claro la red nacional que estaba montando el FBI. El tema tenía ahora toda la atención de Kapor. A medida que el Servicio Secreto iba adentrándose en la operación nacional anti-hackers de 1990, Kapor veía cada movimiento con profundo escepticismo y creciente alarma.
De hecho, Kapor ya se había encontrado con Barlow, pues el segundo había entrevistado al primero para una revista de informática de California. Como le pasa a la mayoría de personas que se habían encontrado con Barlow, a Kapor le cayó bien. Ahora Kapor decidió que le tocaba a él hablar con Barlow en una conversación cara a cara sobre la situación.
Kapor era un regular en the Well. Kapor había sido un devoto del Whole Earth Catalog desde el principio y había atesorado la edición completa de la revista. A la búsqueda de las diseminadas inversiones de Kapor Enterprises Inc., su compañía personal de muchos millones de dólares, Kapor cruzaba normalmente las fronteras estatales, con la misma tranquilidad con la que podría enviar una carta por fax.
El concilio Kapor-Barlow de junio de 1990, en Pinedale, Wyoming, fue el inicio de la Electronic Frontier Foundation. Barlow escribió un manifiesto Crimen y Desconcierto para anunciar su intención -y la de Kapor- de formar una organización política para obtener y repartir dinero para educación, crear lobbies y litigar en las áreas relacionadas con la expresión digital y la extensión de la Constitución en el ciberespacio.
Además, el manifiesto proclamaba que la fundación ayudaría económicamente, dirigiría y apoyaría esfuerzos legales para demostrar que el Servicio Secreto ha ejercicio censura previa en publicaciones, limitado la libertad de expresión, llevado a cabo incautaciones injustificadas de equipo y datos, uso indebido de la fuerza y en general se había comportado de una forma arbitraria, opresiva e inconstitucional.
Crimen y Desconcierto se distribuyó ampliamente a través de canales de redes de computadoras, y también apareció impreso en Whole Earth Review. Esta repentina declaración de un contragolpe coherente y politizado desde las filas del hackerismo, electrizó a la comunidad. Steve Wozniak -quizás algo picado por el escándalo NuPrometheus, rápidamente ofreció un apoyo monetario a la Fundación igual al que ofreciera Kapor.
John Gilmore, uno de los pioneros de Sun Microsystems, ofreció inmediatamente, tanto su apoyo financiero como el personal, de forma extensiva. Gilmore, un libertario ardiente, demostró ser un elocuente abogado de cuestiones de privacidad electrónica, especialmente en la cuestión de librarse de la monitorización asistida por computadora, por parte de gobiernos y corporaciones.
Un segundo encuentro en San Francisco atrajo aún más aliados: Stewart Brand de la Point Foundation, los pioneros en realidad virtual, Jaron Lanier y Chuck Blanchard y el inversor en redes Nat Goldhaber. Durante esta cena de negocios, los activistas adoptaron un título formal: La Electronic Frontier Foundation . Kapor fue su presidente. Se abrió un nuevo capítulo de conferencia para la EFF en the Well de la Point Foundation, y the Well fue declarado el hogar de la Electronic Frontier Foundation.
La cobertura de la prensa fue inmediata e intensa. Como sus antecesores espirituales del siglo XIX Alexander Graham Bell y Thomas Watson, los hombres de negocios de la informática de los años 70 y 80, gente como Wozniak, Jobs, Kapor, Gates o H. Ross Perot, que se habían hecho a sí mismos para dominar una nueva y reluciente industria, quedaban muy bien en las cubiertas de los diarios.
Pero mientras los Wellbeings se regocijaban, la prensa en general parecía estar totalmente perpleja con los auto-declarados ciudadanos del ciberespacio. La insistencia de la EFF, de que la guerra contra los hackers implicaban importantes libertades civiles constitucionales, les parecía algo exagerado, especialmente cuando ninguno de los organizadores de la EFF eran abogados o políticos establecidos. La prensa económica en general, encontraba más fácil fijarse en el aparente núcleo de la historia -que el hombre de negocios de alta tecnología Mitchell Kapor, había establecido una ayuda económica para hackers. ¿Era la EFF un desarrollo político importante, o sólo un cliché de ricos excéntricos, metiéndose en temas que deberían dejarse en manos de las autoridades competentes?- El jurado todavía estaba fuera.
Pero el escenario ya estaba preparado para la confrontación abierta.
Grateful Dead & el cyber espacio
Fragmento del texto "Como una enredadera y no como un árbol" de Fernando Vicente - publicado en cyberpunk.com
Grateful Dead nace en 1965 de la mano de Jerry García, quien ya había participado en proyectos musicales como Mother McCree's Up town Jug Champions y The Warlocks. García tomó el nombre del libro de los muertos, un conjunto de textos relativos a la vida después de la muerte que se introducía en el interior de los sarcófagos egipcios, en el que aparece la frase In the land of the night the Ship of the Sun is draw by the Grateful Dead. Los Grateful Dead fueron precursores de las actuales raves con sus famosas Acid Test, grandes concentraciones de personas que acudían a ver un espectáculo no sólo musical, sino de luces, colorido y otros efectos visuales que se solían acompañar con ácido lisérgico (LSD) produciendo unos viajes psiconáuticos que todavía recuerdan quienes vivieron esas fiestas.
Pero no era el ácido el principal punto de unión: los conciertos eran constantes y la capacidad del grupo para generar ambientes, para transmitir un estilo de vida, dio pie a la aparición de los Deadheads, nombre de sus fans y sinónimo de la contracultura californiana. El grupo sabía mimarlos creando canciones improvisadas en sus conciertos, algunas de estas canciones duraban más de 30 minutos. En 1974, crearon la revista Dead Relix, posteriormente pasó a llamarse Relix, cuya principal misión era poner en contacto a los Deadheads para que intercambiasen cintas de actuaciones. Los Grateful Dead siempre pensaron que su música era libre y podía ser libremente intercambiada por sus seguidores. Esta defensa de la libertad del conocimiento dio lugar a la creación de la fundación Rex. Era, de alguna manera, el primer P2P musical. Analógico y casero, pero abría un cambio cultural importante: la música comenzaba a organizarse también como una enredadera. Pero los Grateful Dead, no sólo serán precusores de las redes de intercambio e, incluso de las raves. Las primeras comunidades virtuales, organizadas sobre BBSs, serán terreno deadhead. Entre ellas la más famosa de todas: The Well.
Sin embargo no sería hasta 1990 cuando la cultura deadhead daría su fruto más duradero. John Perry Barlow, letrista de Grateful Dead desde 1970, fundaba la Electronic Frontier Foundation (la Fundación Fronteras Electrónicas), la EFF, la primera organización de derechos civiles en el ciberespacio. La primera organización política de la enredadera electrónica
DeadHeads y Cyberpunk
El nacimiento de la EFF - Bruce Sterling, 1994
En junio de 1989, Apple Computer, Inc., de Cupertino, California, tenía problemas. Alguien había copiado de forma ilícita un pequeño fragmento de software propiedad de Apple, software que controlaba un chip interno que dirigía la presentación de imágenes en la pantalla. Este código fuente de Color QuickDraw era una pieza celosamente guardada de la propiedad intelectual de Apple. Se suponía que sólo personas de confianza internas de Apple podían poseerlo.
Pero la liga NuPrometheus quería que las cosas fueran diferentes. esta persona -o personas- hizo diversas copias ilícitas del código fuente, quizás hasta un par de docenas. Él -o élla, o éllos, o éllas- puso esos disquetes ilícitos en sobres y los mandó por correo a gente de toda América: gente de la industria de las computadoras que estaban asociadas con, pero que no eran empleados directos de Apple Computer.
La operación de NuPrometheus era un crimen de estilo hacker muy complejo y con una alta carga ideológica. Recordemos que Prometeo robó el fuego de los Dioses y dio este poderoso regalo a la humanidad. Una actitud divina similar, estaba de fondo entre la élite corporativa de Apple Computer, mientras que NuPrometheus tomaba el rol de semidiós rebelde. Las copias ilícitas de estos datos se regalaron.
Quienquiera que fuera el Nuevo Prometeo, escapó al destino del Dios clásico Prometeo, que fue encadenado a una roca durante siglos por los vengativos dioses, mientras que un águila le arrancaba y devoraba su hígado. Por otro lado, NuPrometheus estaba en una escala mucho más baja que su modelo. El pequeño fragmento de código de Color Quickdraw que había sustraído y replicado era más o menos inútil para los rivales industriales de Apple -y, de hecho, para cualquier otra persona-. En lugar de dar el fuego a la humanidad, sería más bien como si NuPrometheus hubiera fotocopiado los esquemas de una parte del encendedor Bic. El acto no era una obra genuina de espionaje industrial. Más bien podría interpretarse como una bofetada, deliberada y simbólica, en la cara de la jerarquía corporativa de Apple.
Las luchas internas de Apple eran bien conocidas en la industria. Los fundadores de Apple, Jobs y Wozniak, hacía tiempo que se habían ido. Su núcleo de trabajadores había sido un grupo de californianos de los años 60, y ahora estaban muy poco felices con el régimen de estilo multimillonario actual de Apple. Muchos de los programadores y desarrolladores que habían inventado el modelo Macintosh a principios de los años 80 también habían abandonado la compañía. Eran ellos, y no los actuales amos del destino corporativo de Apple, los que habían inventado el código robado de Color Quickdraw. El golpe de NuPrometheus estaba bien calculado para herir moralmente a la compañía.
Apple llamó al FBI. El grupo tomaba un gran interés en los casos de alto nivel de robo de propiedad intelectual, espionaje industrial y robo de secretos comerciales. Era la gente perfecta para llamarla, y el rumor es que las entidades responsables fueron descubiertas por el FBI y despedidas por la administración de Apple. NuPrometheus nunca fue acusado públicamente de un crimen, o juzgado, o encarcelado. Pero ya no hubo más envíos ilícitos de software interno de Macintosh. Finalmente se permitió que el doloroso evento de NuPrometheus se fuera apagando.
Mientras, un gran grupo de espectadores se encontró con el rol de entretener a invitados sorpresa del FBI.
Una de estas personas era John Perry Barlow. Barlow es un hombre de lo más inusual, difícil de describir en términos convencionales. Quizás sea más conocido como el letrista de los Grateful Dead, pues compuso las letras de Hell in a Bucket, Picasso Moon, Mexicali Blues, I Need a miracle y muchas otras. Había estado escribiendo para la banda desde 1970.
Antes de enfrentarnos a la vergonzosa cuestión de por qué un letrista de rock tendría que entrevistarse con el FBI por un asunto de crimen informático, tendríamos que decir un par de cosas sobre The Grateful Dead. The Grateful Dead seguramente es la más exitosa y duradera de las numerosas emanaciones culturales que han surgido del distrito de Haight-Ashbury de San Francisco, en los días gloriosos de la política del movimiento y la trascendencia lisérgica. The Grateful Dead es un nexo, un verdadero torbellino de furgonetas psicodélicas, camisetas teñidas, pana del color de la tierra, bailes histéricos y uso de drogas, abierto y desvergonzado. Los símbolos y las realidades del poder de los colgados de California, rodean a The Grateful Dead como el macramé.
The Grateful Dead y los miles de seguidores conocidos como Deadheads son bohemios radiales. Esto es algo que todo el mundo sabe. Saber lo que implica en los años 90 ya es más problemático.
The Grateful Dead están entre los más famosos, populares y ricos del mundo de la farándula: el número veinte, según la revista Forbes, exactamente entre M.C. Hammer y Sean Connery. En 1990, este grupo de proscritos disolutos había ganado diecisiete millones de dólares. Habían estado ganando sumas así desde hacía bastante tiempo.
Y aunque los Dead no son banqueros especializados en inversión o especialistas en impuestos con vestidos de tres piezas -de hecho, son músicos hippies- su dinero no se malgasta en excesos bohemios. Los Dead han estado activos durante mucho tiempo, ofreciendo fondos para actividades valiosas en su extensa y extendida geográficamente comunidad cultural.
The Grateful Dead no son músicos convencionales del establishment norteamericano. Sin embargo son una fuerza a tener en cuenta. Tienen mucho dinero y muchos amigos en muchos sitios, tanto los obvios como los nada obvios.
Los Dead pueden ser conocidos por su retórica ecologista de volver a la tierra, pero ello no los convierte ni mucho menos en luditas tecnológicos. Por el contrario, como la mayoría de músicos de rock, The Grateful Dead han pasado todas sus vidas adultas en compañía de complejos equipos electrónicos. Tienen dinero, para quemar en cualquier equipo o juguete sofisticado que les haga gracia. Y su gracia abarca mucho.
La comunidad de los Deadhead implica un gran número de ingenieros de sonido, expertos en luces, genios del video-clip y técnicos electrónicos de todo tipo. Y la cosa también funciona al revés. Steve Wozniak, co-fundador de Apple, solía ir a festivales de rock. A Silicon Valley le mola el rock.
Pero estamos en los años 90, y no en los años 60. Hoy, para un asombroso número de personas en toda América, la supuesta línea entre bohemios y técnicos ya no existe. Este tipo de gente tienen campanillas en la puerta y un perro, y se ponen un pañuelo alrededor del cuello, pero también es fácil que tengan un Macintosh con multimegabytes que ejecuta software para sintetizadores MIDI con simulaciones fractales triposas. En estos días, hasta Timothy Leary, profeta del LSD, ofrece demos de gráficos generados por computadora para realidad virtual en sus giras de conferencias.
John Perry Barlow no es un miembro de The Grateful Dead. Sin embargo, es un Deadhead con rango.
Barlow se describe a sí mismo como techno-crank. Un término vago como el de activista social tampoco le iría mal. Pero la mejor forma de describir a Barlow es como Poeta, sobre todo si uno tienen en mente la arcaica definición de Percy Shelley de poeta como legisladores no admitidos del mundo. Barlow una vez estuvo a punto de conseguir el status de legislador admitido. En 1987 perdió por poco, la nominación para sentarse en el Senado del estado de Wyoming, por el partido republicano.
Barlow nació en Wyoming, la escisión de tercera generación de una familia de rancheros de ganado. Actualmente ha entrado en la década de los cuarenta, está casado y es el padre de tres niñas.
A Barlow no le preocupan las nociones estrechas que tienen otras personas acerca de la consistencia. A finales de los años 80, este letrista de rock republicano y ranchero de ganado vendió su rancho y se convirtió en un devoto de las comunicaciones mediante computadora.
El espíritu libre de Barlow realizó esta transición con facilidad. Realmente le gustaban las computadoras. Con un bip de su módem, saltaba de la provinciana Pinedale, en Wyoming, al contacto electrónico con una multitud activa de sofisticados, brillantes e inventivos usuarios de tecnología. Barlow encontró el caldo de cultivo social del atractivo computacional: sus senderos de alta velocidad, su retórica de cielos azules, su apertura de miras. Barlow empezó a bucear en el periodismo informático, con un éxito remarcable, pues era un estudiante rápido, sagaz y elocuente. Viajaba a menudo a San Francisco para entrar en red con sus amigos Deadhead. Allí Barlow realizó amplios contactos con la comunidad de informáticos de California, incluyendo amistades entre los espíritus más libres de Apple.
En mayo de 1990, Barlow recibió la visita de un agente local del FBI de Wyoming. El caso de NuPrometheus había alcanzado Wyoming.
Barlow estaba preocupado por encontrarse él mismo bajo sospecha, en un área suya de interés, que una vez estuvo libre de la atención federal. Tuvo que esforzarse mucho para explicar la verdadera naturaleza del crimen informático a un perplejo hombre local del FBI, que estaba especializado en robos de ganado. Barlow, charlando cooperativamente y demostrando las maravillas de su módem a un sorprendido federal, se alarmó al descubrir que todos los hackers estaban en general bajo sospecha en el FBI, por considerarlos una mala influencia en la comunidad electrónica. El FBI, buscando al hacker llamado NuPrometheus estaba buscando a los asistentes de un grupo sospechoso llamado The Hackers Conference -la conferencia de Hackers.
The Hackers Conference, que había empezado en 1984, era un encuentro anual con sede en California de pioneros y entusiastas en lo digital. Los hackers de The Hackers Conference tenían poco o nada que ver con los hackers del underground digital. Por el contrario, los hackers de esta conferencia eran en su mayoría expertos ejecutivos californianos de la alta tecnología, consultores, periodistas y empresarios. -Este grupo de hackers, eran el tipo exacto de hackers que más fácilmente reaccionarían con furia militante, ante cualquier degradación criminal del término hacker.
Barlow, aunque no fue arrestado ni acusado de un crimen, y aunque su computadora no había salido por la puerta, estaba muy preocupado por esta anomalía. Hizo correr la voz en the Well. Al igual que The Hackers Conference, the Well era una emanación de la Point Foundation. Point Foundation, la inspiración de un californiano radical de los años 60 llamado Stewart Brand, iba a ser una de las plataformas principales de lanzamiento, del esfuerzo de los libertarios civiles.
Los esfuerzos culturales de la Point Foundation, como los de sus colegas de la Bahía, los californianos de The Grateful Dead, eran variados y múltiples. La consistencia ideológica rígida nunca había sido el fuerte del Whole Earth Catalog -El catálogo de toda la Tierra-. Esta publicación de Point había gozado de mucha fama durante el final de los años 60 y principios de los años 70, cuando ofrecía cientos de consejos prácticos -y no tan prácticos- de vida comunitaria, ecología y de volver-a-la-tierra. El Whole Earth Catalog y sus secuelas habían vendido dos millones y medio de copias y había ganado un National Book Award -Premio Nacional del Libro.
Con el lento colapso de la disidencia radical americana, el Whole Earth Catalog, se había desplazado a la esquina más modesta del radar cultural, pero en su encarnación como revista CoEvolution Quarterly, la Point Foundation seguía ofreciendo un potpourri de acceso a herramientas e ideas.
CoEvolution Quarterly, que empezó en 1975, nunca fue una revista muy popular. A pesar de erupciones periódicas de fervor milenarista, CoEvolution Quarterly no había conseguido revolucionar la civilización occidental y cambiar lastrados siglos de historia con nuevos y brillantes paradigmas californianos. En su lugar, este brazo propagandístico de la Point Foundation había fundido la línea que existe entre la brillantez impresionante y la inconsistencia de la Nueva Era. CoEvolution Quarterly no llevaba ningún anuncio, costaba mucho y salía en papel barato con modestos gráficos en blanco y negro. Estaba mal distribuido y se repartía básicamente por subscripción y por el boca a boca.
Parecía que no podía ir más allá de los 30.000 subscriptores y, sin embargo, tampoco se reducía mucho más. Un año unos, un año otros, una década unos, una década otros, siempre había una extraña minoría demográfica que daba su apoyo a la revista. Los lectores entusiastas no parecían tener una política o ideales coherentes. A veces resultaba difícil entender qué los mantenía juntos -si es que los agrios debates que aparecían a menudo en la sección de cartas podría describirse como unidad.
Pero la revista no florecía, se iba marchitando. Entonces en 1984, el año del nacimiento de la computadora Macintosh, CoEvolution Quarterly alcanzó de repente los rápidos. Point Foundation había descubierto la revolución informática. Cuando salió el Whole Earth Software Catalog de 1984, despertó grandes dudas entre los perplejos fieles de las ropas teñidas y el rabioso entusiasmo entre los grupos ciberpunk, incluyendo a éste que os escribe. Point Foundation inició su Hackers Conference anual y empezó a interesarse por las nuevas posibilidades de la contracultura digital. CoEvolution Quarterly plegó su tipi, lo reemplazó por la Whole Earth Software Review y finalmente Whole Earth Review -la encarnación actual de la revista, bajo el control editorial en la actualidad, del mago de la realidad virtual Howard Rheingold.
1985 presenció el nacimiento de the Well The Whole Earth 'Lectronic Link -Enlace Electrónico de Toda la Tierra-. The Well era la BBS de la Point Foundation.
Según crecían las BBS, the Well era una anomalía desde el principio, y así siguió. Era local en San Francisco. Era enorme, con múltiples líneas de teléfono y enormes ficheros de comentarios. Su complejo software basado en UNIX, podría haber sido descrito de forma caritativa como opaco-al-usuario. Se ejecutaba en un mainframe de las oficinas llenas de gente, de la fundación cultural sin ánimo de lucro, de Sausalito. Y estaba abarrotado de fans de The Grateful Dead.
Aunque the Well estaba poblado por charlatana gente guay de la contracultura de la Bahía, no era de ninguna manera una BBS del underground digital. Los adolescentes no abundaban: la mayoría de los usuarios de the Well -conocidos como Wellbeings - era treinta y cuarentañeros de la generación del baby boom. Solían trabajar en la industria de la información: hardware, software, telecomunicaciones medios, entretenimiento. Bibliotecarios, académicos y periodistas eran especialmente comunes en the Well, atraídos por la distribución libre de la Point Foundation, de herramientas e ideas.
Barlow insistía en que el ciberespacio debería ser considerado como un mundo cualitativamente nuevo, como una frontera. Según Barlow, el mundo de las comunicaciones electrónicas, ahora visible gracias a la pantalla de la computadora, ya no podía ser considerada -de una forma útil- como un manojo de cables eléctricos high-tech. En vez de eso se había convertido en un lugar, el ciberespacio, que pedía un nuevo conjunto de metáforas, un nuevo conjunto de reglas y comportamientos.
No había ficheros sobre anarquía en the Well, apenas alguna pista sobre códigos de acceso o fraude con tarjeta de crédito. Nadie usaba seudónimos. Los viciosos de las flame-wars -guerras de insultos- eran controlados hasta que se comportaran de forma civilizada. Los debates eran a veces tensos, pero ningún Wellbeing afirmó nunca que un rival hubiera desconectado su teléfono, desordenado su casa, o enviado los números de sus tarjetas de crédito.
The Well crecía lentamente según avanzaban los años 80. Cobraba una cantidad modesta por acceso y almacenamiento, y perdió dinero durante años, pero no lo suficiente como para poner en peligro la Point Foundation, que después de todo, no tenía ánimo de lucro En 1990, the Well tenía cerca de cinco mil usuarios. Estos usuarios navegaban en un gigantesco ciberspacio-smorgasbord de conferencias, donde cada conferencia contenía una multitud de temas. Cada tema contenía a su vez docenas, a veces centenares de comentarios, en un debate multipersonal que podía durar meses o incluso años.
La lista de grupos en sí, ya resulta deslumbrante, mostrando ante el ojo no acostumbrado, una impresión mareante de un grupo de extraños fotógrafos digitales, escaladores de montañas hawaianas, intercambiando confesiones sinceras con tibetanos bisexuales, con los procesadores de texto.
Pero esta confusión es más aparente que real. Cada una de estas conferencias era un pequeño mundo ciberespacial en sí mismo, incluyendo decenas y quizás centenares de subtemas. Cada conferencia era frecuentada comúnmente por una comunidad bastante pequeña, y con ideas similares de quizás unas pocas docenas de personas. Resultaba humanamente imposible seguir el ritmo de the Well -especialmente si se tiene en cuenta, de que el acceso al servidor de the Well se pagaba por horas-. La mayoría de usuarios que dedicaban mucho tiempo, se contentaban con unos pocos subtemas favoritos, con un paseo ocasional a algún otro lado en busca de algo exótico. Pero noticias especialmente importantes y debates con un tema caliente, podían atraer la atención de toda la comunidad de the Well.
Como cualquier otra comunidad, the Well tenía sus famosos, y John Perry Barlow, el letrista de Grateful Dead con su lengua y módem de plata, estaba en una posición prominente entre ellos. Fue aquí, en the Well, donde Barlow envió su historia verídica de un encuentro sobre crimen informático con el FBI.
La historia, como podría esperarse, creó una gran agitación. The Well ya se había relacionado con las controversias sobre hackers. En diciembre de 1989, la revista Harper's había mantenido un debate en the Well acerca de la ética de la intrusión ilícita en computadoras. Aunque participaron más de cuarenta genios de las computadoras, Barlow demostró ser una de las estrellas del debate. También lo fueron Acid Phreak -el monstruo/experto en teléfonos del ácido- y Phiber Optik -fibra óptica-, dos jóvenes hacker-phreaks cuyas habilidades en introducirse en instalaciones de conmutación de telecomunicaciones, sólo eran superadas por su hambre de fama. La presencia de estos dos atrevidos fuera de la ley en los recintos de the Well, crearon una sensación similar a la de unos Panteras Negras en una fiesta/cóctel de los radicalmente chic.
Pero 1990 fue sobre todo el año de Phiber Optik. Era un devoto del círculo de 2600 y un incondicional del grupo de hackers de Nueva York Masters of Deception -Los Amos del Engaño. Phiber Optik era un espléndido ejemplar de intruso en computadoras en tanto que disidente convencido.
Con dieciocho años, Optik, un fracasado del instituto y reparador de computadoras a media jornada, era joven, inteligente y absolutamente obsesivo; un tipo digital bien vestido, bien hablado, que sólo aceptaba sus propias reglas. A finales de 1991, Phiber Optik había aparecido en Harper's, Esquire, The New York Times, en innumerables debates públicos y convenciones, incluso en un show de televisión presentado por Geraldo Rivera. Tratado con respeto por parte de Barlow y otros expertos de the Well, Phiber Optik se convirtió en una celebridad en the Well. Curiosamente, a pesar de su agresividad y de su obsesividad, Phiber Optik parecía despertar fuertes sentimientos de protección entre la gente que lo encontraba. Era un gran personaje para los periodistas, siempre listo para pavonearse y, aún mejor, para demostrar algún truco callejero digital. Había nacido como una querida de los medios.
Hasta la policía parecía reconocer que había algo peculiarmente extra-terrenal y no criminal en este particular busca-problemas. Era tan atrevido, tan flagrante, tan joven y tan claramente condenado, que incluso aquéllos que clarísimamente no aprobaban sus acciones, estaban ansiosos por su bienestar y empezaron a hablar sobre él, como si fuera un cachorro de foca en peligro de extinción.
El 24 de enero de 1990 -nueve días después de la caída de sistema del día de Martin Luther King- Phiber Optik, Acid Phreak y un tercer burlador de la ley llamado Scorpion fueron detenidos por el Servicio Secreto. Sus computadoras fueron confiscadas, además de la usual avalancha de papeles, cuadernos de notas, discos compactos, contestadores automáticos, walkmans de Sony, etc. Se acusó a Acid Phreak y a Phiber Optik de haber causado la caída.
Los molinos de la justicia muelen lentamente. Finalmente el caso cayó en manos de la policía del estado de Nueva York. Phiber había perdido su maquinaria en la detención, pero no hubo cargos en su contra hasta pasado un año. Sus prédicas fueron publicitadas de forma extensiva en the Well, donde causó mucho resentimiento ante las tácticas de la policía. Una cosa es oír que la policía ha detenido o cazado un hacker, otra cosa es ver a la policía atacar a alguien que conoces personalmente y que te ha explicado sus motivaciones con detalle. A través del debate en Harper's vía the Well, los Wellbeings tenían claro que Phiber Optik no iba a dañar nada. En sus días jóvenes, muchos Wellbeings habían probado el gas lacrimógeno en batallas callejeras con la policía. Estaban inclinados a la indulgencia ante actos de desobediencia civil.
Los Wellbeings también se sorprendieron, al descubrir la dureza draconiana de una típica operación policial anti-hackers. No les costó mucho esfuerzo imaginativo visualizarse sufriendo un tratamiento similar.
Ya en enero de 1990, los sentimientos en the Well habían empezado a agriarse, y la gente empezaba a gruñir que los hackers están siendo tratados de forma muy ruda por los poderes oficiales. El número resultante de Harper's planteó la cuestión, de si la intrusión en computadoras ajenas era realmente un crimen. Tal y como Barlow lo escribió después:
He empezado a preguntarme si los espeleólogos no serían considerados criminales desesperados en el caso de que ATT fuera la propietaria de las cuevas.
En febrero de 1991, más un año después de la incursión en su caso, Phiber Optik fue finalmente arrestado, y se le acusó de manipulación y entrada ilegal en computadoras en primer grado, delitos en el estado de Nueva York. También se le acusaba de robo de servicio, en un complejo engaño de llamada gratis a un número 900. Phiber Optik se declaró culpable del robo de servicio y se le sentenció a 35 horas de servicio comunitario.
Este pequeño acoso del insondable mundo de la gente correcta, parecía no preocupar casi nada a Optik. Separado de su computadora desde la detención de enero, se compró una computadora portátil, de forma que los policías no pudieran monitorizar el teléfono donde vivía con su madre, y continuó con sus depredaciones, a veces en directo por la radio o delante de las cámaras de televisión.
La Caza seguramente tuvo muy poco efecto en Phiber Optik para disuadirlo, pero el efecto en los Wellbeings fue profundo. Según transcurría 1990, se empezaron a cargar las hondas y los arcos. La detención de Knight Lightning, la de Steve Jackson, la operación a nivel nacional "Sundevil". La retórica del mantenimiento de la ley, había dejado claro que se estaba desarrollando una Caza de hackers.
Los hackers de la Hackers Conference, los Wellbeings y otros de su clase no les preocupaba una mala interpretación pública del término hacker. Después de todo, esta membrana de diferenciación de la sociedad recta, conseguía que la comunidad de las computadoras se sintiera diferente, más inteligente, mejor. Sin embargo, nunca se habían enfrentado con una campaña organizada de vilificación.
El papel central de Barlow en la contra-campaña, fue de las mayores anomalías de 1990. Los periodistas investigando la controversia, a menudo se tropezaban ante la verdad acerca de Barlow, pero normalmente se sacudían el polvo y seguían su carrera como si nada hubiera sucedido. Era increíble que un colgado de los años 60 de los Grateful Dead, se hubiera enfrentado abiertamente a una operación policial federal y que pareciera estar ganando.
Barlow no tenía una base de poder, fácilmente detectable para una batalla política de este tipo. No tenía credenciales formales, legales o técnicas. Barlow, sin embargo, era un hombre de red con una brillantez realmente estelar. Tenía el don del poeta, de crear frases concisas y coloristas. También tenía la finura del periodista, una gran astucia y una riqueza fenomenal en encanto personal.
El tipo de influencia que poseía Barlow es bastante común en los círculos literarios, artísticos o musicales. Un crítico con talento, puede tener una gran influencia artística, al ser capaz de definir el temple de la época, al acuñar frases pegadizas y los términos del debate, que se convertirán en moneda corriente durante el período. -Y da la casualidad de que Barlow era también un crítico de arte a media jornada, con una especial atracción por el arte de Frederic Remington.
Barlow fue el primer comentarista en adoptar el llamativo término extraído de la ciencia-ficción de William Gibson ciberespacio, como un sinónimo para el nexo actual entre computadoras y redes de telecomunicaciones. Barlow insistía en que el ciberespacio debería ser considerado como un mundo cualitativamente nuevo, como una frontera. Según Barlow, el mundo de las comunicaciones electrónicas, ahora visible gracias a la pantalla de la computadora, ya no podía ser considerada -de una forma útil- como un manojo de cables eléctricos de alta tecnología. En vez de eso se había convertido en un lugar, el ciberespacio, que pedía un nuevo conjunto de metáforas, un nuevo conjunto de reglas y comportamientos. El término, tal y como lo utilizaba Barlow, obtuvo una gran resonancia, y así este concepto de ciberespacio fue recogido por Time, Scientific American, policía informática, hackers e incluso eruditos sobre la Constitución. Parece que ciberespacio se va a convertir en un añadido permanente a nuestro lenguaje.
Barlow era muy sorprendente en persona: un ciudadano de Wyoming alto, de rostro nudoso, barbudo y con voz profunda, vestido con un extraño arreglo del far-west de tejanos, chaqueta, botas de vaquero, un pañuelo anudado al cuello y un pin siempre presente de The Grateful Dead.
Sin embargo, armado con un módem, Barlow estaba realmente en su elemento. Las jerarquías formales no eran el fuerte de Barlow; pocas veces perdía la oportunidad de despreciar a las grandes organizaciones y sus zánganos y su mentalidad rígida e institucional. Barlow tiraba más bien por la persuasión entre espíritus libres y no le impresionaban nada las corbatas o las coronas. Pero cuando se trata del mundillo digital, Barlow era un adhocrata del ciberespacio por excelencia.
No hay una poderosa armada de Barlow. Sólo hay un Barlow y se trata de un individuo bastante anómalo. Sin embargo, la situación parecía necesitar solamente un Barlow. De hecho, después de 1990, mucha gente debe haber concluido que un solo Barlow era incluso más de lo que habían pedido.
El quejumbroso mini-ensayo de Barlow acerca de su encuentro con el FBI, tuvo mucha resonancia en the Well. Un buen número de otros espíritus libres en los márgenes de Apple Computer se habían convertido también sospechosos, y eso les había gustado tan poco como a él.
Uno de ellos era Mitchell Kapor, el co-inventor del programa hoja de cálculo Lotus 1-2-3 y el fundador de Lotus Development Corporation. Kapor había conseguido borrar la indignidad, de que le tomaran las huellas dactilares en los cuarteles locales del FBI en Boston, pero el mensaje de Barlow hizo que Kapor viera claro la red nacional que estaba montando el FBI. El tema tenía ahora toda la atención de Kapor. A medida que el Servicio Secreto iba adentrándose en la operación nacional anti-hackers de 1990, Kapor veía cada movimiento con profundo escepticismo y creciente alarma.
De hecho, Kapor ya se había encontrado con Barlow, pues el segundo había entrevistado al primero para una revista de informática de California. Como le pasa a la mayoría de personas que se habían encontrado con Barlow, a Kapor le cayó bien. Ahora Kapor decidió que le tocaba a él hablar con Barlow en una conversación cara a cara sobre la situación.
Kapor era un regular en the Well. Kapor había sido un devoto del Whole Earth Catalog desde el principio y había atesorado la edición completa de la revista. A la búsqueda de las diseminadas inversiones de Kapor Enterprises Inc., su compañía personal de muchos millones de dólares, Kapor cruzaba normalmente las fronteras estatales, con la misma tranquilidad con la que podría enviar una carta por fax.
El concilio Kapor-Barlow de junio de 1990, en Pinedale, Wyoming, fue el inicio de la Electronic Frontier Foundation. Barlow escribió un manifiesto Crimen y Desconcierto para anunciar su intención -y la de Kapor- de formar una organización política para obtener y repartir dinero para educación, crear lobbies y litigar en las áreas relacionadas con la expresión digital y la extensión de la Constitución en el ciberespacio.
Además, el manifiesto proclamaba que la fundación ayudaría económicamente, dirigiría y apoyaría esfuerzos legales para demostrar que el Servicio Secreto ha ejercicio censura previa en publicaciones, limitado la libertad de expresión, llevado a cabo incautaciones injustificadas de equipo y datos, uso indebido de la fuerza y en general se había comportado de una forma arbitraria, opresiva e inconstitucional.
Crimen y Desconcierto se distribuyó ampliamente a través de canales de redes de computadoras, y también apareció impreso en Whole Earth Review. Esta repentina declaración de un contragolpe coherente y politizado desde las filas del hackerismo, electrizó a la comunidad. Steve Wozniak -quizás algo picado por el escándalo NuPrometheus, rápidamente ofreció un apoyo monetario a la Fundación igual al que ofreciera Kapor.
John Gilmore, uno de los pioneros de Sun Microsystems, ofreció inmediatamente, tanto su apoyo financiero como el personal, de forma extensiva. Gilmore, un libertario ardiente, demostró ser un elocuente abogado de cuestiones de privacidad electrónica, especialmente en la cuestión de librarse de la monitorización asistida por computadora, por parte de gobiernos y corporaciones.
Un segundo encuentro en San Francisco atrajo aún más aliados: Stewart Brand de la Point Foundation, los pioneros en realidad virtual, Jaron Lanier y Chuck Blanchard y el inversor en redes Nat Goldhaber. Durante esta cena de negocios, los activistas adoptaron un título formal: La Electronic Frontier Foundation . Kapor fue su presidente. Se abrió un nuevo capítulo de conferencia para la EFF en the Well de la Point Foundation, y the Well fue declarado el hogar de la Electronic Frontier Foundation.
La cobertura de la prensa fue inmediata e intensa. Como sus antecesores espirituales del siglo XIX Alexander Graham Bell y Thomas Watson, los hombres de negocios de la informática de los años 70 y 80, gente como Wozniak, Jobs, Kapor, Gates o H. Ross Perot, que se habían hecho a sí mismos para dominar una nueva y reluciente industria, quedaban muy bien en las cubiertas de los diarios.
Pero mientras los Wellbeings se regocijaban, la prensa en general parecía estar totalmente perpleja con los auto-declarados ciudadanos del ciberespacio. La insistencia de la EFF, de que la guerra contra los hackers implicaban importantes libertades civiles constitucionales, les parecía algo exagerado, especialmente cuando ninguno de los organizadores de la EFF eran abogados o políticos establecidos. La prensa económica en general, encontraba más fácil fijarse en el aparente núcleo de la historia -que el hombre de negocios de alta tecnología Mitchell Kapor, había establecido una ayuda económica para hackers. ¿Era la EFF un desarrollo político importante, o sólo un cliché de ricos excéntricos, metiéndose en temas que deberían dejarse en manos de las autoridades competentes?- El jurado todavía estaba fuera.
Pero el escenario ya estaba preparado para la confrontación abierta.
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