Exequiel Rodriguez nos escribió recientemente compartiendo un ensayo que escribió sobre el Manifiesto Punk de Greg Graffin y además comparte con nosotros el análisis de este texto, desde ya muchísimas gracias por compartir con nosotros este texto.
Una mirada sociológica al Manifiesto Punk.
Por Exequiel Rodríguez
Estudiante de Ciencia Política y Relaciones Internacionales (UNR) - Febrero de 2010.
Para mi exposición tomaré un texto titulado «Un Manifiesto Punk», escrito por Gregory Graffin, ensayista, académico y músico norteamericano (1), en el que analiza e intenta definir al movimiento punk, y a su vez realiza una especie de crítica social y una reivindicación ideológica de dicho movimiento. Encontré varios puntos de cercanía entre algunos planteos de Graffin y otras posturas de algunos autores estudiados a lo largo del año, y ya que desde la cátedra se dio la opción de utilizar algún tipo de soporte, me pareció una elección interesante.
Para comenzar, en los primeros párrafos del texto de Graffin, en los que habla de la promoción del punk «como un producto para ser ingerido», no pude evitar recordar el «fetichismo de la mercancía» del que hablaba Karl Marx, y ya dentro de lo que incumbe al programa de la materia, a la «tragedia de la cultura» de Georg Simmel. El devenir de la cultura, y en este caso, del movimiento punk, en una «mercancía», en un «producto para ser ingerido», es consecuencia de esta tragedia: antes que nada, recordemos a Simmel y su definición de cultura. Para Simmel, la cultura está compuesta por un aspecto subjetivo (relacionado con la capacidad creativa, la esencia incomparable) y un aspecto objetivo (el acervo cultural, conocimientos, técnicas). Sin embargo, ninguno de estos aspectos contiene a la cultura en sí. Pero cuando la cultura objetiva se independiza, se desarrolla a mayor escala que la cultura subjetiva, se vuelve inabarcable, se produce una «tragedia». Es imposible que un individuo absorba toda la cultura objetiva de la que está rodeado, la cultura subjetiva se atrofia. La economía mercantil cuantifica lo cualitativo. Volviendo al texto de Graffin, vemos en este caso particular, como el movimiento punk como producto cultural, se fetichiza, se vuelve una simple mercancía y pierde toda su carga subjetiva, para quedarse solamente con sus elementos objetivos.
«He evolucionado a través de mi habilidad como compositor de canciones, pero otros lo han etiquetado, comercializado y acicalado para el consumo.»
«Aunque he hecho dinero gracias al punk, es una modesta cantidad cuando uno considera la recompensa que ha sido otorgada a las compañías que promueven el punk como alguna especie de producto para ser ingerido. Esta ha sido siempre mi manera de despreciar los novedosos, poco serios e impulsivos rasgos que la gente asocia con el punk; porque el punk es más que eso, tanto más que esos elementos se convierten en triviales a la vista de la experiencia humana que todos los punks comparten.»
«El actual estereotipo punk es cicatrizado por el marketing de masas y por un desafortunado énfasis en el estilo, y no en la esencia.»
En esa última frase podemos identificar la «esencia» del punk que plantea Graffin con aquel elemento subjetivo de la cultura según Simmel, atrofiado y superado por la cultura objetiva, en este caso, el «estilo». Y antes de esa frase, Graffin plantea que:
«[…] estos males no destruyen el sentimiento punk, solamente confunden la educación de las nuevas generaciones de gente que saben que ellos son el punk, pero que no saben lo que esto significa.»
Esto me recordó la idea de Simmel acerca de la situación del hombre moderno: «De este modo surge la típica situación problemática del hombre moderno: el sentimiento de estar cercado por un sinnúmero de elementos culturales que no carecen de significado para él, pero que en el fondo más profundo tampoco son plenamente significativos; que en tanto que masa tienen algo sofocante puesto que no puede asimilar internamente todo lo particular, pero que tampoco puede rechazar sencillamente dado que, por así decirlo, pertenece en potencia a la esfera de su desarrollo cultural. Podría caracterizarse esto con la exacta inversión de la frase que designaba a los primeros franciscanos en su pobreza de alma, en su absoluta liberación de todas las cosas que aún atravesaban de algún modo el camino del alma a través de sí, y al que querían convertir en un camino indirecto: Nihil habentes, omnia possidentes –en lugar de ello, los hombres son muy ricos y las culturas sobrecargadas omnia habentes, nihil possidentes.» (2)
Más adelante, en el apartado titulado «Los punks no son bestias», encuentro una oportunidad para aplicar la noción de estigma de Erving Goffman a la crítica de Graffin sobre la equivocada visión «común» (podríamos decir «normal» en palabras de Goffman) acerca de la violencia y bestialidad del punk.
punk, y esta suposición es fácilmente perpetuada porque es fácil comercializar la violencia, y los nuevos artículos sobre ella siempre consiguen espacio en las columnas de la prensa. Este enfoque sobre la violencia olvida un elemento clave de lo que trata todo el punk.»
Luego da un claro ejemplo al que puede aplicarse el planteo de la estigmatización de Goffman:
«Considerar por ejemplo la habitual historia de una pelea en el instituto entre un punk y un atleta, jugador de fútbol. El futbolista y su cohorte no aceptan o valoran al punk como a una verdadera persona. Más bien, lo usan como un recipiente de ácido sulfúrico, a diario recriminándolo, provocándolo, y avergonzándolo, lo cual, por supuesto, no es más que un reflejo de sus propias inseguridades. Un día, el punk ha tenido suficiente y golpea al capitán del equipo de fútbol en el vestíbulo. Los profesores por supuesto expulsan al punk y mencionan su paupérrimo peinado y andrajosa ropa como una evidencia de que él es un violento, un incontrolable sin remedio. En el periódico de la comunidad se lee "Una paliza en el vestíbulo reafirma que la violencia es un modo de vida entre los punk rockers".» (3)
Podemos clasificar al futbolista y a los profesores como los «normales» (los que encajan en el estereotipo social vigente), y al joven punk como el «estigmatizado», es decir, el poseedor de un estigma, un atributo desacreditador en relación a un estereotipo social (en este caso, poseedor de un estigma físico quizás, cuando se menciona su vestimenta y peinado; o de un defecto del carácter, al tratarlo de violento e incontrolable sin remedio). Las identidades sociales virtual y real del punk no encajan: como menciona Grafin, la identidad social virtual, es decir, los atributos que los otros le otorgan al punk, no coincide con los atributos que él en sí posee, con su identidad social real. Graffin plantea que la violencia del punk no es un atributo de su identidad social real, pero sí de su identidad social virtual. Un punto remarcable es esta frase: «El futbolista y su cohorte no aceptan o valoran al punk como a una verdadera persona». Esto se relaciona a mi juicio directamente con este planteo de Goffman: «Mientras el extraño está presente ante nosotros puede demostrar ser dueño de un atributo que lo vuelve diferente de los demás […] y lo convierte en alguien menos apetecible –en casos extremos, en una persona casi enteramente malvada, peligrosa o débil–. De ese modo, dejamos de verlo como una persona total y corriente para reducirlo a un ser inficionado y menospreciado. Un atributo de esa naturaleza es un estigma, en especial cuando él produce en los demás, a modo de efecto, un descrédito amplio; a veces recibe también el nombre de defecto, falla o desventaja.» (4)
Podemos ubicar la postura de Graffin como la posición, según Goffman, de un igual representando a los estigmatizados. Podría ocupar el lugar de «sabio», como profesional académico, pero como él mismo desde el comienzo de su ensayo se identifica como punk, creo que es más acertado tomarlo como «igual».
También podemos relacionar el planteo anterior con Norbert Elias, y la distinción que realiza entre «establecidos» y «marginados» (de una manera similar a los normales y los estigmatizados en Goffman). El grupo de establecidos, el grupo dominante, hace que los marginados se sientan carentes de valores, humanamente inferiores, a través de, por ejemplo, el chisme (encarnado en el ejemplo de Graffin en el titular del periódico). El punk, en este caso, el marginado, se encuentra estigmatizado, no ocupa un lugar importante, es excluido y es pensado como carente de la virtud humana superior de los establecidos (los profesores, el atleta, particularmente, pero podríamos aplicar más generalmente el concepto de establecidos a la sociedad que estigmatiza a ciertos sectores, como en este caso, a los punks). Entre los residentes de ambas zonas, no hay diferencias de nacionalidad, de etnia, etc., su clase social es la misma. Para Elias, la exclusión y la estigmatización siempre fueron herramientas útiles para la conservación de una identidad, para la reafirmación de una supuesta superioridad y para el mantenimiento de los otros (no funcionales a este statu quo, diría yo) en su sitio. Los establecidos atribuyen a los marginados características malas, las peores de sus partes anómicas, en cambio, atribuyen para si mismos las mejores de la parte nómica. Podemos ver esto en la insistencia de identificar al punk como violento y el aparente olvido que recalca Graffin acerca de que la violencia se da en todos los ámbitos y no es algo exclusivo del punk.
«La ira espontánea al no ser aceptado como una verdadera persona no es exclusiva de los punks. Esta reacción se debe al hecho de ser [verbo] humano, y cualquiera reaccionaría con ira, independientemente de su afiliación social o subcultural, si se sintieran despreciados e inútiles.»
En el apartado titulado «Dentro de la singularidad está la preservación de la raza humana», podemos relacionar la afirmación de Graffin acerca de que «los factores culturales juegan el otro papel principal, y estos pueden tener un efecto más homogeneizador sobre el comportamiento y la forma de ver el mundo», con el planteo de Pierre Bourdieu acerca de la violencia simbólica: en este caso, vemos como se impone una manera de ver el mundo determinada, a través de la incorporación de determinado habitus (es decir, de determinado conjunto de esquemas de percepción, apreciación y acción, como habitus de clase). El habitus de clase es la posición del agente dentro de la estructura de una clase social, donde el individuo contribuye a la producción y reproducción de este mismo sistema de relaciones entre las clases. No es simplemente un estilo de vida que se deriva de pertenecer a una clase, sino que abarca todos nuestros actos y pensamientos: es la base sobre la cual tomamos determinadas decisiones. Es el pilar que conforma el conjunto de conductas y juicios aprendidos, aunque pareciese que es lo «natural» (como lo llama Bourdieu) en nosotros: nuestros gestos, gustos, lenguaje, etc. Por este motivo, las personas de determinadas clases sociales comparten los mismos gustos que aquellas personas que se encuentran en su mismo habitus social; comparten una serie de afinidades colectivas. Sin embargo, nuestro habitus no determina nuestro accionar en su totalidad; Bordieu plantea que sólo estamos condicionados. Es decir que existen ciertas reglas a seguir y ciertos movimientos posibles, de acuerdo a nuestra posición en el campo, que efectivamente nos limita a permanecer en cierta posición pero, sin embargo, dentro de lo posible, somos capaces de decidir sobre nuestro movimiento. Con esto observamos que Bourdieu tiene una postura similar a la de Graffin en cuanto a la capacidad del invididuo: para Bourdieu, el agente elige y actúa estratégicamente, al luchar dentro del campo (5) que ocupa, pero tenemos la capacidad de analizar el mundo y desnaturalizarlo.
Para Graffin:
«Todos nosotros somos educados para respetar las opiniones de nuestros ancianos, y más tarde cuando nos damos cuenta de que éstas son sólo opiniones dogmáticas, no estamos educados para causar un alboroto por hacer preguntas difíciles. Muchos sencillamente están de acuerdo con los conceptos imperantes y nunca expresan sus propias opiniones, lo cual es análogo a una muerte prematura del individuo.»
Graffin cuestiona este conformismo y esta aceptación sumisa de las verdades impuestas; con esa frase acerca de «hacer preguntas difíciles» y la noción de «conceptos imperantes», recuerdo a Bourdieu: «Lo que se presenta hoy en día como evidente, asumido, establecido de una vez por todas, fuera de discusión, no siempre lo ha estado y sólo se ha ido imponiendo como tal paulatinamente.» (6) También plantea Bourdieu que «la sociología es una ciencia que molesta». La sociología molesta al poder y a los que lo ejercen. La sociología implica mostrar algo que parecía indemostrable, oculto, disimulado, enmascarado. La sociología evidencia los mecanismos no tan evidentes a través de los cuales el stablishment, los sectores dominantes, someten al resto de los individuos.
Volviendo a Goffman, encuentro otro punto de coincidencia entre este autor y Graffin cuando éste último toca el tema de las escenas punk, de aquellos ámbitos en los que los punks se mueven:
«Las "escenas" punk son lugares sociales donde esas perspectivas son aceptadas, algunas veces adoptadas, otras veces descartadas, pero siempre toleradas y respetadas.»
Desde esta perspectiva, podemos aplicar el concepto de «divergentes» de Goffman a los punks, ya que podemos establecer que los punks no adhieren a las normas sociales y de identidad relacionadas con los estereotipos de normalidad vigentes. Dentro de la clasificación de Goffman, a su vez podemos tomar a los punks como divergentes «desafiliados», ya que rechazan abierta y voluntariamente a las normas, y también dentro de esta categoría de desafiliados, podríamos denominarlos como «desviados sociales», ya que forman una especie de sub-comunidad. Sin embargo, como notamos una gran exaltación de la individualidad y la singularidad por parte de Graffin, también sería posible clasificar a los punks individualmente, como «excéntricos o raros».
Más adelante, cuando Graffin, luego de desarrollar una breve explicación sobre el funcionamiento del sistema límbico y su relación con la racionalidad humana, el miedo y la auto represión, podemos llegar a establecer un paralelo con Norbert Elias y como entiende este autor el proceso civilizatorio. Para Elias, el proceso de civilización es un proceso de represión, de moderación de conductas, de regulación de emociones, con el objetivo de lograr una creciente pacificación. Elias habla de una «economía psíquica» que contribuye a la convivencia pacífica en sociedad, al controlar sus impulsos por medio de un proceso denominado psicogénesis. A su vez, el aumento de la regulación estatal, del monopolio fiscal y coactivo del Estado, contribuye a la regulación de las conductas. A este proceso lo denomina sociogénesis. Ambos procesos, psicogénesis y sociogénesis, son interdependientes. Al contrario que Elias, para Graffin, ciertos tipos de represión y control de impulsos son negativos y perjudiciales para el avance humano.
«Las buenas maneras y el "ser agradable" son formas de la represión del sistema límbico, necesario a veces, pero a fin de cuentas rebajando la originalidad humana. La mentira es la última forma de represión del sistema límbico. Es una negación de lo obvio. Los narradores de la verdad, aquellos que son auténticos y merecedores de confianza, han aprendido a dominar su sistema límbico. Reconocen el deseo de mentir, pero racionalizan la inutilidad de defender algo que no es verdad. Los mentirosos, por otra parte, son esclavos de su sistema límbico, pierden el contacto con la mayoría de sus capacidades mentales básicas. Su comportamiento es precavido y astuto porque dejan que su deficiente razonamiento, para encubrir lo obvio, controle su personalidad entera. A la larga se tienen que rendir a la verdad y reconocer la derrota, pero sólo después de que cada posible vía de decepción y de lógica retorcida ha sido defendida en el interés de ocultar su miedo.»
«Los políticos, los curas, los caudillos de las finanzas, y los jueces son maestros de la lógica retorcida y de la promoción del miedo. Ellos hacen de los punks buenas dianas para la crítica intelectual porque no respetan a la gente que ha aprendido a dominar su sistema límbico. Y los punks no tienen miedo de apuntar eso que es obvio, aún cuando su posición social podría ser puesta en peligro.»
Nuevamente hacia el final del ensayo, volvemos a encontrar similitudes con la noción de estigma de Goffman:
«El típico estereotipo de un imbécil rufián saqueando, destruyendo, robando, peleando, o discutiendo en el nombre de alguna vacía y efímera causa no es más punk que la imagen "bonita cara y cabeza vacía" de las estrellas del pop de hoy día.»
Encontramos nuevamente el concepto de «estereotipo», en este caso no como sinónimo de normalidad, sino como referencia al estigma, y cierto anhelo de reivindicación y defensa del movimiento punk, que ubica a Graffin como dijimos antes, en un rol cercano al del igual portavoz de los estigmatizados.
Para concluir, daré algunas opiniones personales en cuanto al texto en sí, quizás sin ligarme tanto a la interpretación relacionada a los contenidos de la materia, pero que, creo yo, se relaciona con los objetivos de la materia pautados en el programa: conocer la problemática planteada por la realidad social dentro de su contexto histórico, facilitar el acceso más amplio posible a los autores, escuelas y corrientes del pensamiento social, evitando dogmatismos, y tomar conciencia de que la práctica profesional implica siempre compromiso con la realidad. Desde mi punto de vista, críticas como la de Graffin muestran la capacidad que tiene el sistema de volver funcional e incluso lucrativo a un movimiento ideológico, en este caso el punk (pero creo que otros ejemplos sobran), que lo critica. Creo yo que ahí encontramos una de las claves del éxito y de la supervivencia del sistema actual, una de las claves que posibilita su evolución y adaptación, su supervivencia a los cambios históricos y sociales, ya que, a pesar de ellos, el mismo sistema parece fortalecerse y acomplejarse, e incluso parece reafirmarse con mucha más fuerza que antes. Tal vez un cambio sea posible, como argumenta Graffin en las conclusiones de su texto, tal vez algo utópicamente. Pero yo opino que hay mas posibilidades para que las condiciones para un hipotético cambio se den, en parte, por ejemplo, como dice Graffin también (aunque él se refiere, diría yo, sólo a los punks (7); yo opino que es algo mas universal que afecta a la totalidad de la sociedad), gracias al avance de Internet. Que este posible cambio esté más cercano a una sociedad mejor, es otro tema, que debe resolverse, por ejemplo, a través de la ruptura de los lazos que condicionan la producción científica, académica, intelectual, cultural o incluso artística a determinados intereses sectoriales, a la necesaria toma de conciencia que deberemos realizar como futuros profesionales de las Ciencias Sociales con respecto a nuestra capacidad de análisis y formulación de nuevas propuestas, y a nuestro rol como actores capaces de motorizar un cambio.
Notas:
(1) Gregory Walter Graffin (1964- ) se tituló en Biología y Geología en la Universidad de California. Obtuvo un master en Geología en dicha universidad y recibió su Ph.D., con una tesis (oficialmente en Zoología) supervisada por William B. Provine, en la Universidad de Cornell. La tesis se tituló «Monismo, Ateísmo y la visión naturalista del mundo: perspectivas desde la Biología Evolutiva». Es descrita esencialmente como un Ph.D. en Biología Evolutiva, pero también alcanza relevancia en Historia y Filosofía de las Ciencias. Actualmente es profesor en la Universidad de California, integrando las cátedras de Life Sciences 1 (Biología) y Earth & Space Sciences 116 (Paleontología). En cuanto a su carrera como músico, es el co-fundador y vocalista de la banda de punk rock californiana Bad Religion desde 1980, y como solista grabó dos discos dedicados a la música folk norteamericana.
(2) SIMMEL, Georg. “Sobre la aventura”, Península – Barcelona, 1988. “El concepto y la tragedia de la cultura.”, pág. 229.
(3) Sin embargo, podemos encontrar ejemplos similares al que da Graffin en nuestra propia realidad. El día 30 de Noviembre de 2008 en la ciudad de Rosario, Argentina, un joven punk, Cristian Morales, falleció atropellado por las ruedas de una unidad de la línea 110 del Transporte Urbano de Pasajeros. El chofer del vehículo desconfió del aspecto del joven, y procedió a cerrar las puertas del colectivo antes de que Cristian pudiera subir, para luego acelerar, arrastrándolo por varios metros. Al llegar a una esquina, el movimiento del vehículo al doblar provocó que el joven cayera debajo de las ruedas y muriera poco después. El conductor sigue impune luego de haber estado detenido sólo por unas horas. Me tomo la libertad de incluir esta referencia para demostrar que más allá de los libros y la teoría, la estigmatización basada en prejuicios existe, y en sus extremos genera cosas como esta: una muerte de una persona inocente, cuya sentencia de muerte fue solamente el no encajar en el estereotipo de normalidad vigente.
(4) GOFFMAN, Erving. “Estigma. La identidad deteriorada”, Amorrortu Editores – Buenos Aires, 1963, pág. 12.
(5) «En términos analíticos, un campo puede ser definido como una red o una configuración de relaciones objetivas entre posiciones. Estas posiciones están objetivamente definidas, en su existencia y en las determinaciones que imponen sobre sus ocupantes, agentes o instituciones, por su situación presente y potencial (situs) en la estructura de distribución de especies del poder (o capital) cuya posesión ordena el acceso a ventajas específicas que están en juego en el campo, así como por su relación objetiva con otras posiciones (dominación, subordinación, homología, etcétera).» - BOURDIEU, Pierre y WACQUANT, Loïc. “Una invitación a la sociología reflexiva” - Siglo XXI Editores – Buenos Aires, 2005, pág. 150.
(6) BOURDIEU, Pierre. “Meditaciones pascalianas” – Anagrama – Barcelona, 1999, pág. 229.
(7) De todas maneras, Graffin no se muestra restrictivo con respecto al término “punk”: en el apartado titulado «¿Quién es punk?», plantea claramente que «todo el mundo tiene potencial de ser punk.»
Bibliografía:
-BOURDIEU, Pierre: “Cosas dichas”, Gedisa – Barcelona, 1984. “Espacio social y poder simbólico.”
-BOURDIEU, Pierre: “Meditaciones pascalianas”, Anagrama – Barcelona, 1999.
-BOURDIEU, Pierre: “Sociología y cultura”, Grijalbo – México, 1984. “Espacio social y génesis de clases.”
-BOURDIEU, Pierre y WACQUANT, Loïc: “Una invitación a la sociología reflexiva” - Siglo XXI Editores – Buenos Aires, 2005.
-ELIAS, Norbert: “El proceso de la civilización”, FCE – México, 1979.
-ELIAS, Norbert: “La civilización de los padres y otros ensayos”, Norma – Colombia, 1998. “Ensayo sobre las relaciones entre establecidos y marginados.”
-GOFFMAN, Erving: “Estigma. La identidad deteriorada”, Amorrortu Editores – Buenos Aires, 1963.
-GRAFFIN, Gregory: “Un Manifiesto Punk” (Título original: “A Punk Manifesto”, versión on line en inglés disponible en http://punkhistory0.tripod.com/, y traducción al español disponible enhttp://www.bad-religion.net/. Las citas del presente trabajo provienen de esa versión, con algunas correcciones propias a la traducción).
-SIMMEL, Georg: “Sobre la aventura”, Península – Barcelona, 1988. “El concepto y la tragedia de la cultura.”
"Para ser breve con la explicación de por qué les mando esto, les comento que soy un lector frecuente de la página desde hace bastante, y me dieron ganas de mandarles esta exposición que escribí hace unos meses para un final de Sociología Sistemática, en la que tomé el Manifiesto Punk de Greg Graffin para analizarlo desde el punto de vista de algunos autores que tuve que estudiar... y la verdad, no quiero que quede como un archivo olvidado en algún rincón de la PC. Tuvo una buena recepción, y dentro de todo recibí buenas críticas de los docentes y de otras personas... así que pensé en compartirlo con la mayor cantidad de gente que pueda, y se me ocurrió mandárselos a ustedes, capaz que algún lugar le encuentran... o alguna crítica copada me pueden hacer. Gracias de antemano!"
Una mirada sociológica al Manifiesto Punk.
Por Exequiel Rodríguez
Estudiante de Ciencia Política y Relaciones Internacionales (UNR) - Febrero de 2010.
Para mi exposición tomaré un texto titulado «Un Manifiesto Punk», escrito por Gregory Graffin, ensayista, académico y músico norteamericano (1), en el que analiza e intenta definir al movimiento punk, y a su vez realiza una especie de crítica social y una reivindicación ideológica de dicho movimiento. Encontré varios puntos de cercanía entre algunos planteos de Graffin y otras posturas de algunos autores estudiados a lo largo del año, y ya que desde la cátedra se dio la opción de utilizar algún tipo de soporte, me pareció una elección interesante.
Para comenzar, en los primeros párrafos del texto de Graffin, en los que habla de la promoción del punk «como un producto para ser ingerido», no pude evitar recordar el «fetichismo de la mercancía» del que hablaba Karl Marx, y ya dentro de lo que incumbe al programa de la materia, a la «tragedia de la cultura» de Georg Simmel. El devenir de la cultura, y en este caso, del movimiento punk, en una «mercancía», en un «producto para ser ingerido», es consecuencia de esta tragedia: antes que nada, recordemos a Simmel y su definición de cultura. Para Simmel, la cultura está compuesta por un aspecto subjetivo (relacionado con la capacidad creativa, la esencia incomparable) y un aspecto objetivo (el acervo cultural, conocimientos, técnicas). Sin embargo, ninguno de estos aspectos contiene a la cultura en sí. Pero cuando la cultura objetiva se independiza, se desarrolla a mayor escala que la cultura subjetiva, se vuelve inabarcable, se produce una «tragedia». Es imposible que un individuo absorba toda la cultura objetiva de la que está rodeado, la cultura subjetiva se atrofia. La economía mercantil cuantifica lo cualitativo. Volviendo al texto de Graffin, vemos en este caso particular, como el movimiento punk como producto cultural, se fetichiza, se vuelve una simple mercancía y pierde toda su carga subjetiva, para quedarse solamente con sus elementos objetivos.
«He evolucionado a través de mi habilidad como compositor de canciones, pero otros lo han etiquetado, comercializado y acicalado para el consumo.»
«Aunque he hecho dinero gracias al punk, es una modesta cantidad cuando uno considera la recompensa que ha sido otorgada a las compañías que promueven el punk como alguna especie de producto para ser ingerido. Esta ha sido siempre mi manera de despreciar los novedosos, poco serios e impulsivos rasgos que la gente asocia con el punk; porque el punk es más que eso, tanto más que esos elementos se convierten en triviales a la vista de la experiencia humana que todos los punks comparten.»
«El actual estereotipo punk es cicatrizado por el marketing de masas y por un desafortunado énfasis en el estilo, y no en la esencia.»
En esa última frase podemos identificar la «esencia» del punk que plantea Graffin con aquel elemento subjetivo de la cultura según Simmel, atrofiado y superado por la cultura objetiva, en este caso, el «estilo». Y antes de esa frase, Graffin plantea que:
«[…] estos males no destruyen el sentimiento punk, solamente confunden la educación de las nuevas generaciones de gente que saben que ellos son el punk, pero que no saben lo que esto significa.»
Esto me recordó la idea de Simmel acerca de la situación del hombre moderno: «De este modo surge la típica situación problemática del hombre moderno: el sentimiento de estar cercado por un sinnúmero de elementos culturales que no carecen de significado para él, pero que en el fondo más profundo tampoco son plenamente significativos; que en tanto que masa tienen algo sofocante puesto que no puede asimilar internamente todo lo particular, pero que tampoco puede rechazar sencillamente dado que, por así decirlo, pertenece en potencia a la esfera de su desarrollo cultural. Podría caracterizarse esto con la exacta inversión de la frase que designaba a los primeros franciscanos en su pobreza de alma, en su absoluta liberación de todas las cosas que aún atravesaban de algún modo el camino del alma a través de sí, y al que querían convertir en un camino indirecto: Nihil habentes, omnia possidentes –en lugar de ello, los hombres son muy ricos y las culturas sobrecargadas omnia habentes, nihil possidentes.» (2)
Más adelante, en el apartado titulado «Los punks no son bestias», encuentro una oportunidad para aplicar la noción de estigma de Erving Goffman a la crítica de Graffin sobre la equivocada visión «común» (podríamos decir «normal» en palabras de Goffman) acerca de la violencia y bestialidad del punk.
punk, y esta suposición es fácilmente perpetuada porque es fácil comercializar la violencia, y los nuevos artículos sobre ella siempre consiguen espacio en las columnas de la prensa. Este enfoque sobre la violencia olvida un elemento clave de lo que trata todo el punk.»
Luego da un claro ejemplo al que puede aplicarse el planteo de la estigmatización de Goffman:
«Considerar por ejemplo la habitual historia de una pelea en el instituto entre un punk y un atleta, jugador de fútbol. El futbolista y su cohorte no aceptan o valoran al punk como a una verdadera persona. Más bien, lo usan como un recipiente de ácido sulfúrico, a diario recriminándolo, provocándolo, y avergonzándolo, lo cual, por supuesto, no es más que un reflejo de sus propias inseguridades. Un día, el punk ha tenido suficiente y golpea al capitán del equipo de fútbol en el vestíbulo. Los profesores por supuesto expulsan al punk y mencionan su paupérrimo peinado y andrajosa ropa como una evidencia de que él es un violento, un incontrolable sin remedio. En el periódico de la comunidad se lee "Una paliza en el vestíbulo reafirma que la violencia es un modo de vida entre los punk rockers".» (3)
Podemos clasificar al futbolista y a los profesores como los «normales» (los que encajan en el estereotipo social vigente), y al joven punk como el «estigmatizado», es decir, el poseedor de un estigma, un atributo desacreditador en relación a un estereotipo social (en este caso, poseedor de un estigma físico quizás, cuando se menciona su vestimenta y peinado; o de un defecto del carácter, al tratarlo de violento e incontrolable sin remedio). Las identidades sociales virtual y real del punk no encajan: como menciona Grafin, la identidad social virtual, es decir, los atributos que los otros le otorgan al punk, no coincide con los atributos que él en sí posee, con su identidad social real. Graffin plantea que la violencia del punk no es un atributo de su identidad social real, pero sí de su identidad social virtual. Un punto remarcable es esta frase: «El futbolista y su cohorte no aceptan o valoran al punk como a una verdadera persona». Esto se relaciona a mi juicio directamente con este planteo de Goffman: «Mientras el extraño está presente ante nosotros puede demostrar ser dueño de un atributo que lo vuelve diferente de los demás […] y lo convierte en alguien menos apetecible –en casos extremos, en una persona casi enteramente malvada, peligrosa o débil–. De ese modo, dejamos de verlo como una persona total y corriente para reducirlo a un ser inficionado y menospreciado. Un atributo de esa naturaleza es un estigma, en especial cuando él produce en los demás, a modo de efecto, un descrédito amplio; a veces recibe también el nombre de defecto, falla o desventaja.» (4)
Podemos ubicar la postura de Graffin como la posición, según Goffman, de un igual representando a los estigmatizados. Podría ocupar el lugar de «sabio», como profesional académico, pero como él mismo desde el comienzo de su ensayo se identifica como punk, creo que es más acertado tomarlo como «igual».
También podemos relacionar el planteo anterior con Norbert Elias, y la distinción que realiza entre «establecidos» y «marginados» (de una manera similar a los normales y los estigmatizados en Goffman). El grupo de establecidos, el grupo dominante, hace que los marginados se sientan carentes de valores, humanamente inferiores, a través de, por ejemplo, el chisme (encarnado en el ejemplo de Graffin en el titular del periódico). El punk, en este caso, el marginado, se encuentra estigmatizado, no ocupa un lugar importante, es excluido y es pensado como carente de la virtud humana superior de los establecidos (los profesores, el atleta, particularmente, pero podríamos aplicar más generalmente el concepto de establecidos a la sociedad que estigmatiza a ciertos sectores, como en este caso, a los punks). Entre los residentes de ambas zonas, no hay diferencias de nacionalidad, de etnia, etc., su clase social es la misma. Para Elias, la exclusión y la estigmatización siempre fueron herramientas útiles para la conservación de una identidad, para la reafirmación de una supuesta superioridad y para el mantenimiento de los otros (no funcionales a este statu quo, diría yo) en su sitio. Los establecidos atribuyen a los marginados características malas, las peores de sus partes anómicas, en cambio, atribuyen para si mismos las mejores de la parte nómica. Podemos ver esto en la insistencia de identificar al punk como violento y el aparente olvido que recalca Graffin acerca de que la violencia se da en todos los ámbitos y no es algo exclusivo del punk.
«La ira espontánea al no ser aceptado como una verdadera persona no es exclusiva de los punks. Esta reacción se debe al hecho de ser [verbo] humano, y cualquiera reaccionaría con ira, independientemente de su afiliación social o subcultural, si se sintieran despreciados e inútiles.»
En el apartado titulado «Dentro de la singularidad está la preservación de la raza humana», podemos relacionar la afirmación de Graffin acerca de que «los factores culturales juegan el otro papel principal, y estos pueden tener un efecto más homogeneizador sobre el comportamiento y la forma de ver el mundo», con el planteo de Pierre Bourdieu acerca de la violencia simbólica: en este caso, vemos como se impone una manera de ver el mundo determinada, a través de la incorporación de determinado habitus (es decir, de determinado conjunto de esquemas de percepción, apreciación y acción, como habitus de clase). El habitus de clase es la posición del agente dentro de la estructura de una clase social, donde el individuo contribuye a la producción y reproducción de este mismo sistema de relaciones entre las clases. No es simplemente un estilo de vida que se deriva de pertenecer a una clase, sino que abarca todos nuestros actos y pensamientos: es la base sobre la cual tomamos determinadas decisiones. Es el pilar que conforma el conjunto de conductas y juicios aprendidos, aunque pareciese que es lo «natural» (como lo llama Bourdieu) en nosotros: nuestros gestos, gustos, lenguaje, etc. Por este motivo, las personas de determinadas clases sociales comparten los mismos gustos que aquellas personas que se encuentran en su mismo habitus social; comparten una serie de afinidades colectivas. Sin embargo, nuestro habitus no determina nuestro accionar en su totalidad; Bordieu plantea que sólo estamos condicionados. Es decir que existen ciertas reglas a seguir y ciertos movimientos posibles, de acuerdo a nuestra posición en el campo, que efectivamente nos limita a permanecer en cierta posición pero, sin embargo, dentro de lo posible, somos capaces de decidir sobre nuestro movimiento. Con esto observamos que Bourdieu tiene una postura similar a la de Graffin en cuanto a la capacidad del invididuo: para Bourdieu, el agente elige y actúa estratégicamente, al luchar dentro del campo (5) que ocupa, pero tenemos la capacidad de analizar el mundo y desnaturalizarlo.
Para Graffin:
«Todos nosotros somos educados para respetar las opiniones de nuestros ancianos, y más tarde cuando nos damos cuenta de que éstas son sólo opiniones dogmáticas, no estamos educados para causar un alboroto por hacer preguntas difíciles. Muchos sencillamente están de acuerdo con los conceptos imperantes y nunca expresan sus propias opiniones, lo cual es análogo a una muerte prematura del individuo.»
Graffin cuestiona este conformismo y esta aceptación sumisa de las verdades impuestas; con esa frase acerca de «hacer preguntas difíciles» y la noción de «conceptos imperantes», recuerdo a Bourdieu: «Lo que se presenta hoy en día como evidente, asumido, establecido de una vez por todas, fuera de discusión, no siempre lo ha estado y sólo se ha ido imponiendo como tal paulatinamente.» (6) También plantea Bourdieu que «la sociología es una ciencia que molesta». La sociología molesta al poder y a los que lo ejercen. La sociología implica mostrar algo que parecía indemostrable, oculto, disimulado, enmascarado. La sociología evidencia los mecanismos no tan evidentes a través de los cuales el stablishment, los sectores dominantes, someten al resto de los individuos.
Volviendo a Goffman, encuentro otro punto de coincidencia entre este autor y Graffin cuando éste último toca el tema de las escenas punk, de aquellos ámbitos en los que los punks se mueven:
«Las "escenas" punk son lugares sociales donde esas perspectivas son aceptadas, algunas veces adoptadas, otras veces descartadas, pero siempre toleradas y respetadas.»
Desde esta perspectiva, podemos aplicar el concepto de «divergentes» de Goffman a los punks, ya que podemos establecer que los punks no adhieren a las normas sociales y de identidad relacionadas con los estereotipos de normalidad vigentes. Dentro de la clasificación de Goffman, a su vez podemos tomar a los punks como divergentes «desafiliados», ya que rechazan abierta y voluntariamente a las normas, y también dentro de esta categoría de desafiliados, podríamos denominarlos como «desviados sociales», ya que forman una especie de sub-comunidad. Sin embargo, como notamos una gran exaltación de la individualidad y la singularidad por parte de Graffin, también sería posible clasificar a los punks individualmente, como «excéntricos o raros».
Más adelante, cuando Graffin, luego de desarrollar una breve explicación sobre el funcionamiento del sistema límbico y su relación con la racionalidad humana, el miedo y la auto represión, podemos llegar a establecer un paralelo con Norbert Elias y como entiende este autor el proceso civilizatorio. Para Elias, el proceso de civilización es un proceso de represión, de moderación de conductas, de regulación de emociones, con el objetivo de lograr una creciente pacificación. Elias habla de una «economía psíquica» que contribuye a la convivencia pacífica en sociedad, al controlar sus impulsos por medio de un proceso denominado psicogénesis. A su vez, el aumento de la regulación estatal, del monopolio fiscal y coactivo del Estado, contribuye a la regulación de las conductas. A este proceso lo denomina sociogénesis. Ambos procesos, psicogénesis y sociogénesis, son interdependientes. Al contrario que Elias, para Graffin, ciertos tipos de represión y control de impulsos son negativos y perjudiciales para el avance humano.
«Las buenas maneras y el "ser agradable" son formas de la represión del sistema límbico, necesario a veces, pero a fin de cuentas rebajando la originalidad humana. La mentira es la última forma de represión del sistema límbico. Es una negación de lo obvio. Los narradores de la verdad, aquellos que son auténticos y merecedores de confianza, han aprendido a dominar su sistema límbico. Reconocen el deseo de mentir, pero racionalizan la inutilidad de defender algo que no es verdad. Los mentirosos, por otra parte, son esclavos de su sistema límbico, pierden el contacto con la mayoría de sus capacidades mentales básicas. Su comportamiento es precavido y astuto porque dejan que su deficiente razonamiento, para encubrir lo obvio, controle su personalidad entera. A la larga se tienen que rendir a la verdad y reconocer la derrota, pero sólo después de que cada posible vía de decepción y de lógica retorcida ha sido defendida en el interés de ocultar su miedo.»
«Los políticos, los curas, los caudillos de las finanzas, y los jueces son maestros de la lógica retorcida y de la promoción del miedo. Ellos hacen de los punks buenas dianas para la crítica intelectual porque no respetan a la gente que ha aprendido a dominar su sistema límbico. Y los punks no tienen miedo de apuntar eso que es obvio, aún cuando su posición social podría ser puesta en peligro.»
Nuevamente hacia el final del ensayo, volvemos a encontrar similitudes con la noción de estigma de Goffman:
«El típico estereotipo de un imbécil rufián saqueando, destruyendo, robando, peleando, o discutiendo en el nombre de alguna vacía y efímera causa no es más punk que la imagen "bonita cara y cabeza vacía" de las estrellas del pop de hoy día.»
Encontramos nuevamente el concepto de «estereotipo», en este caso no como sinónimo de normalidad, sino como referencia al estigma, y cierto anhelo de reivindicación y defensa del movimiento punk, que ubica a Graffin como dijimos antes, en un rol cercano al del igual portavoz de los estigmatizados.
Para concluir, daré algunas opiniones personales en cuanto al texto en sí, quizás sin ligarme tanto a la interpretación relacionada a los contenidos de la materia, pero que, creo yo, se relaciona con los objetivos de la materia pautados en el programa: conocer la problemática planteada por la realidad social dentro de su contexto histórico, facilitar el acceso más amplio posible a los autores, escuelas y corrientes del pensamiento social, evitando dogmatismos, y tomar conciencia de que la práctica profesional implica siempre compromiso con la realidad. Desde mi punto de vista, críticas como la de Graffin muestran la capacidad que tiene el sistema de volver funcional e incluso lucrativo a un movimiento ideológico, en este caso el punk (pero creo que otros ejemplos sobran), que lo critica. Creo yo que ahí encontramos una de las claves del éxito y de la supervivencia del sistema actual, una de las claves que posibilita su evolución y adaptación, su supervivencia a los cambios históricos y sociales, ya que, a pesar de ellos, el mismo sistema parece fortalecerse y acomplejarse, e incluso parece reafirmarse con mucha más fuerza que antes. Tal vez un cambio sea posible, como argumenta Graffin en las conclusiones de su texto, tal vez algo utópicamente. Pero yo opino que hay mas posibilidades para que las condiciones para un hipotético cambio se den, en parte, por ejemplo, como dice Graffin también (aunque él se refiere, diría yo, sólo a los punks (7); yo opino que es algo mas universal que afecta a la totalidad de la sociedad), gracias al avance de Internet. Que este posible cambio esté más cercano a una sociedad mejor, es otro tema, que debe resolverse, por ejemplo, a través de la ruptura de los lazos que condicionan la producción científica, académica, intelectual, cultural o incluso artística a determinados intereses sectoriales, a la necesaria toma de conciencia que deberemos realizar como futuros profesionales de las Ciencias Sociales con respecto a nuestra capacidad de análisis y formulación de nuevas propuestas, y a nuestro rol como actores capaces de motorizar un cambio.
Notas:
(1) Gregory Walter Graffin (1964- ) se tituló en Biología y Geología en la Universidad de California. Obtuvo un master en Geología en dicha universidad y recibió su Ph.D., con una tesis (oficialmente en Zoología) supervisada por William B. Provine, en la Universidad de Cornell. La tesis se tituló «Monismo, Ateísmo y la visión naturalista del mundo: perspectivas desde la Biología Evolutiva». Es descrita esencialmente como un Ph.D. en Biología Evolutiva, pero también alcanza relevancia en Historia y Filosofía de las Ciencias. Actualmente es profesor en la Universidad de California, integrando las cátedras de Life Sciences 1 (Biología) y Earth & Space Sciences 116 (Paleontología). En cuanto a su carrera como músico, es el co-fundador y vocalista de la banda de punk rock californiana Bad Religion desde 1980, y como solista grabó dos discos dedicados a la música folk norteamericana.
(2) SIMMEL, Georg. “Sobre la aventura”, Península – Barcelona, 1988. “El concepto y la tragedia de la cultura.”, pág. 229.
(3) Sin embargo, podemos encontrar ejemplos similares al que da Graffin en nuestra propia realidad. El día 30 de Noviembre de 2008 en la ciudad de Rosario, Argentina, un joven punk, Cristian Morales, falleció atropellado por las ruedas de una unidad de la línea 110 del Transporte Urbano de Pasajeros. El chofer del vehículo desconfió del aspecto del joven, y procedió a cerrar las puertas del colectivo antes de que Cristian pudiera subir, para luego acelerar, arrastrándolo por varios metros. Al llegar a una esquina, el movimiento del vehículo al doblar provocó que el joven cayera debajo de las ruedas y muriera poco después. El conductor sigue impune luego de haber estado detenido sólo por unas horas. Me tomo la libertad de incluir esta referencia para demostrar que más allá de los libros y la teoría, la estigmatización basada en prejuicios existe, y en sus extremos genera cosas como esta: una muerte de una persona inocente, cuya sentencia de muerte fue solamente el no encajar en el estereotipo de normalidad vigente.
(4) GOFFMAN, Erving. “Estigma. La identidad deteriorada”, Amorrortu Editores – Buenos Aires, 1963, pág. 12.
(5) «En términos analíticos, un campo puede ser definido como una red o una configuración de relaciones objetivas entre posiciones. Estas posiciones están objetivamente definidas, en su existencia y en las determinaciones que imponen sobre sus ocupantes, agentes o instituciones, por su situación presente y potencial (situs) en la estructura de distribución de especies del poder (o capital) cuya posesión ordena el acceso a ventajas específicas que están en juego en el campo, así como por su relación objetiva con otras posiciones (dominación, subordinación, homología, etcétera).» - BOURDIEU, Pierre y WACQUANT, Loïc. “Una invitación a la sociología reflexiva” - Siglo XXI Editores – Buenos Aires, 2005, pág. 150.
(6) BOURDIEU, Pierre. “Meditaciones pascalianas” – Anagrama – Barcelona, 1999, pág. 229.
(7) De todas maneras, Graffin no se muestra restrictivo con respecto al término “punk”: en el apartado titulado «¿Quién es punk?», plantea claramente que «todo el mundo tiene potencial de ser punk.»
Bibliografía:
-BOURDIEU, Pierre: “Cosas dichas”, Gedisa – Barcelona, 1984. “Espacio social y poder simbólico.”
-BOURDIEU, Pierre: “Meditaciones pascalianas”, Anagrama – Barcelona, 1999.
-BOURDIEU, Pierre: “Sociología y cultura”, Grijalbo – México, 1984. “Espacio social y génesis de clases.”
-BOURDIEU, Pierre y WACQUANT, Loïc: “Una invitación a la sociología reflexiva” - Siglo XXI Editores – Buenos Aires, 2005.
-ELIAS, Norbert: “El proceso de la civilización”, FCE – México, 1979.
-ELIAS, Norbert: “La civilización de los padres y otros ensayos”, Norma – Colombia, 1998. “Ensayo sobre las relaciones entre establecidos y marginados.”
-GOFFMAN, Erving: “Estigma. La identidad deteriorada”, Amorrortu Editores – Buenos Aires, 1963.
-GRAFFIN, Gregory: “Un Manifiesto Punk” (Título original: “A Punk Manifesto”, versión on line en inglés disponible en http://punkhistory0.tripod.com/, y traducción al español disponible enhttp://www.bad-religion.net/. Las citas del presente trabajo provienen de esa versión, con algunas correcciones propias a la traducción).
-SIMMEL, Georg: “Sobre la aventura”, Península – Barcelona, 1988. “El concepto y la tragedia de la cultura.”
Lei 5 renglones pero conozco al autor en persona asi que me merezco comentar. Adios! xD
ResponderEliminarmuy bueno. estoy haciendo un informe sobre los sentimientos del punk y este me hizo de mucha ayuda! muchas gracais!
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